Compleción y reconstrucción de
argumentos. Minimismo y deductivismo
Completion and reconstruction of arguments. Minimalism and deductivism
Raúl E. Rodríguez Monsiváis
siembra@hotmail.com
Universidad de Guadalajara
Departamento de Filosofía
Guadalajara, México
Fecha de
recepción: 23-11-16
Fecha de
aceptación: 14-02-17
Rodríguez Monsiváis, R. (2017). Compleción y
reconstrucción de argumentos. Minimismo y deductivismo.
Quadripartita Ratio: Revista
de Retórica y Argumentación, 2(4), 12-27. ISSN: 2448-6485
[12]
Resumen: En este trabajo me interesa resaltar un problema en
común —asociado a los entimemas—
existente en la filosofía del lenguaje y la teoría de la argumentación, a saber,
el de la compleción de contenido proposicional y el de la reconstrucción de
argumentos. Me centraré en un par de
paralelismos que hay entre estas dos disciplinas relativos a la manera de
tratar con estos dos fenómenos. Principalmente,
deseo explorar el minimismo semántico que ha tenido
lugar en la filosofía del lenguaje y lo que Levi
(1995) ha bautizado como el deductivismo en teoría de
la argumentación. Lo que haré es presentar cada una de las propuestas en su
dominio específico, mostrar cómo se relacionan y exponer algunos de los
problemas que enfrentan dichas propuestas. Con esto pretendo mostrar que el
tratamiento dado a los entimemas como a los casos de compleción por parte del deductivismo como del minimismo,
respectivamente, no es del todo correcto. La relevancia de este trabajo
consiste justo en la relación que se establece entre el minimismo
semántico que ha tenido lugar en la filosofía del lenguaje y el deductivismo que ha sido expuesto dentro de la teoría de la
argumentación.
Palabras clave: Entimema, proposición, argumento, validez, implicatura, caridad.
Abstract: In this work I am interested in highlighting a
common problem in the philosophy of language and the theory of argumentation,
namely the completion of propositional content and the reconstruction of
arguments, associated to the enthymemes.
I will focus on a couple of parallels between these two disciplines regarding
how to deal with these two phenomena. Mainly, I want to explore the semantic
minimalism that has taken place in the philosophy of language and what Levi
(1995) has called deductivism in theory of
argumentation. What I will do is to
present each of the proposals in their specific domain, to show how they relate
and to expose some of the problems that these proposals face. With this I
intend to show that the treatment given to enthymemes and to the completion of propotitional content by deductivism
and by semantic minimalism, respectively, it’s not quite correct. The relevance
of this paper consists in the relationship established between the semantic
minimalism that has taken place in philosophy of language and the deductivism that has been exposed in theory of
argumentation.
Keywords: Enthymeme,
proposition, argument, validity, implicature,
charity.
[13]
Introducción
En este trabajo me interesa resaltar un problema en común —asociado a
los entimemas— existente en la
filosofía del lenguaje y la teoría de la argumentación, a saber, el de la
compleción de contenido proposicional y el de la reconstrucción de argumentos.
Me centraré en un par de paralelismos que hay entre estas dos
disciplinas relativos a la manera de tratar con estos dos fenómenos: en primer
lugar, el problema de cómo enfrentar el hecho de que oraciones que expresan
proposiciones incompletas (para el caso de la filosofía del lenguaje) y
argumentos incompletos (para el caso de la teoría de la argumentación) terminan
por expresar proposiciones y argumentos completos; en segundo lugar, la
cuestión sobre cómo es posible y cuál será el procedimiento que nos permite
pasar de algo supuestamente incompleto a algo completo, de modo que podamos
interpretar tanto la oración cuyo contenido es una proposición incompleta como
el argumento incompleto.
Fundamentalmente, deseo explorar el minimismo
semántico que ha tenido lugar en la filosofía del lenguaje y lo que Levi (1995) ha bautizado como el deductivismo.
Lo que haré es presentar cada una de las propuestas en su dominio específico,
mostrar cómo se relacionan y exponer algunos de los problemas que enfrentan
dichas propuestas.
1. Los casos de compleción en filosofía del lenguaje
Uno de los problemas centrales que se discute en la filosofía del
lenguaje está relacionado con los casos de oraciones que no expresan una
proposición completa y con la cuestión acerca de qué tanta de la información
proveniente del contexto, con su contribución a la proposición expresada,
cuenta como relevante para hacer un análisis ya sea semántico o pragmático de
dichas oraciones. A este tema se le conoce en la literatura especializada como
el de la sensibilidad al contexto de expresiones lingüísticas. Dentro de esta
temática se estudian las emisiones de oraciones que dependen del contexto para
poder expresar algo que constituya una proposición completa o que tenga
condiciones de verdad. Por ejemplo, “Yo tengo sueño”, “María está lista” y
“Está lloviendo” son expresiones oracionales intuitivamente sensibles al
contexto debido a que pueden ser usadas para expresar diferentes proposiciones
en diferentes contextos. La pregunta es: ¿qué es lo que puede explicar esta
dependencia contextual? Hay tres posibles respuestas: sólo la semántica, sólo
la pragmática o una combinación de ambas.
Un caso claro en el que hay sensibilidad al contexto
es cuando en una oración aparecen expresiones lingüísticas que exigen que un
elemento del contexto sea tomado para que se exprese una proposición completa.
Las unidades de la lengua que obligan a que un objeto del contexto sea tomado
como valor semántico son, prototípicamente, los deícticos. Por ejemplo, emitir
(1) y (2) exige que algo del contexto contribuya para que se exprese una
proposición veritativamente evaluable:
(1) Yo tengo sueño.
(2) Aquí venden buenos libros.
Estos casos constituyen lo que se entiende como sensibilidad semántica al contexto, a saber: el hecho de que hay
unidades léxicas que por su significado lingüístico mismo obligan a que se
seleccione un objeto del contexto para que este forme parte del contenido
expresado por la emisión en la que tales unidades léxicas ocurren. La
sensibilidad semántica al contexto también podría ser explicada debido a
variables ocultas que se expresan en la forma
lógica de una oración. En este sentido, parte de la sensibilidad semántica
al contexto se restringe a unidades léxicas o formales que determinan que se
tome un elemento específico del contexto. Esto explicaría la sensibilidad al
contexto de, por ejemplo, [14] (1) y (2). De esta manera, para que tales
oraciones expresen una proposición completa, para el primer caso, se debe tomar
del contexto al emisor y esto debido a que el pronombre personal “yo” posee
como significado la instrucción de tómese
al hablante como su referente y objeto de la proposición; en tanto que, para el segundo caso, el
significado de “aquí” sería algo como tómese
el lugar donde está siendo emitida. En el momento en que dicho objeto es
tomado del contexto y se le hace formar parte de la proposición, entonces se
tiene una proposición completa. Además, como se trata de una expresión sensible
al contexto constituyente de una oración, esto produce que, dados diferentes
contextos con diferentes hablantes y/o diferentes tiempos (asociados con el
tiempo verbal) y lugares, las emisiones de esa misma oración expresen
diferentes proposiciones. Otras unidades léxicas dependientes de contexto son
los tiempos verbales, ciertos términos de relación, algunos adverbios y los
términos vagos. Cappelen y Lepore
(2005) proporcionan una lista semejante a esta[1].
Sin embargo, la sensibilidad al contexto no parece
agotarse con este tipo de expresiones. Hay otro tipo de dependencias
contextuales. Lo relevante de estas dependencias contextuales consiste en que
muestran, o bien, que no hay una proposición expresada, o bien, que la supuesta
proposición expresada no es la que intuitivamente creemos que expresa la
emisión de una oración. Los casos que muestran esto son los de compleción presentados por Bach (1994).
Algunos de los casos más recurrentes de compleción que se presentan en la
literatura son del siguiente tipo:
(3) Nicolás está listo.
(4) Mariano ya terminó.
(5) Está lloviendo.
(6) No te vas a morir.
(7) No tengo ropa.
A primera vista, las oraciones (3) a (7) no expresan una proposición
completa, algo que tiene condiciones de verdad. Más bien expresan sólo un
fragmento de una proposición al cual le hace falta información relativa al
predicado. Aunque las construcciones (3) a (7) son construcciones oracionales
gramaticalmente correctas, esto es, sintácticamente constituyen oraciones, les
hace falta algo para expresar proposiciones completas. Hace falta, por ejemplo,
explicitar para qué está listo Nicolás, qué fue lo que Mariano terminó, dónde está
lloviendo, cómo es que o por qué alguien no va a morir y cómo es que alguien no
tiene ropa, etc., para obtener proposiciones completas. Sin embargo, cuando los
hablantes emiten (3)-(7) estarán expresando o afirmando con sus emisiones proposiciones completas, donde los elementos
faltantes estarán siendo provistos por el oyente a partir del contexto de
emisión.
Consideremos si (3) expresa una proposición
incompleta. Supongamos que ahora Abril emite (3). Si quiero saber si el
contenido proposicional expresado por la emisión de Abril es verdadero o falso
parece necesario saber para qué está listo Nicolás. Y, para saber para qué está
listo Nicolás, se requiere tomar información del contexto pese a que no haya
algo articulado en la oración emitida que nos indique que tenemos que realizar
tal búsqueda. Supongamos que estamos en una situación en la que vamos a ir a un
bar, yo estoy en casa de Abril y le pregunto si Nicolás está listo debido a que
hemos quedado de pasar por él a su departamento. Abril, después de realizar una
llamada a Nicolás, emite (3). En este contexto, la proposición que expresa
Abril es que Nicolás está listo para ir
al bar, a partir de lo cual sus interlocutores inferimos que ya podemos
pasar por él. Supongamos ahora que Nicolás hará un examen de matemáticas y
estamos preocupados porque lo pase, y que Abril emite (3). En esta nueva
situación, lo que [15] Abril expresa es que Nicolás
está listo para su examen de matemáticas. Tenemos entonces dos situaciones
o contextos pertinentemente distintos que dan lugar a que (3) exprese
proposiciones distintas y lo que hace que esas proposiciones de la misma
oración sean distintas es justamente algo que tiene que ser completado en la
proposición contextualmente. Pero “estar listo” no parece ser un deíctico.
Ciertamente, no entra en la lista tradicional de deícticos hecha por Kaplan que incluye a deícticos puros como “yo”, “aquí” y
“ahora”, y a demostrativos como “eso”, “esta casa”, “aquel radio”, etc.
Entonces, la cuestión es esta: ¿cómo es que expresiones como “estar listo”,
“está lloviendo”, entre otras, sin ser deícticos requieren de información
contextual cuando forman parte de la emisión de una oración para expresar una
proposición completa? ¿Cómo hace el oyente para saber qué elemento poner como
parte de la proposición incompleta? ¿Por qué sucede este tipo de fenómenos en
nuestra comunicación cotidiana? Estas y más preguntas son las que se abren con
este tipo de casos.
2. Los entimemas en la teoría de la argumentación
Son múltiples los problemas que hay en torno a los entimemas dentro de
la teoría de la argumentación. Uno de ellos, en el que no voy a detenerme en
esta ocasión, tiene que ver con qué tan apegada o no es nuestra concepción del
entimema a la forma en que lo definió y comprendió Aristóteles. En la
literatura especializada se habla del entimema como un argumento cuyas
conclusiones (y premisas) son probables (silogismo probable), o bien, como un
argumento al que le falta una premisa o la conclusión. Esto es, la discusión se
centra en si lo que Aristóteles entendió por entimema es lo que actualmente se
entiende.
El problema surge porque podemos encontrar en
Aristóteles las dos formas de entender el entimema. Por ejemplo, en la Retórica escribe:
De las <proposiciones> de que hablan los entimemas,
algunas son necesarias, pero la mayor parte sólo frecuentes; y, asimismo, que
los entimemas se dicen de probabilidades y
de signos, de modo que es necesario
que cada una de esas dos clases se corresponda con un tipo de entimema (Retórica,
I, 2.6., 1357a)[2].
De esta manera, para algunos investigadores el
entimema es un silogismo probable cuyo objetivo es la persuasión. La finalidad
de este tipo de argumentación consiste en persuadir apelando a conocimientos compartidos
y proposiciones probables bajo el supuesto de que estos, a su vez, se mantienen
debido al vínculo y a la confianza que se da o pretende dar entre los
interlocutores. Por esta razón es que se le conoce al entimema como un
silogismo retórico. En esta acepción de entimema hay una perspectiva
epistemológica, ya que los entimemas están basados en premisas que no son
absolutamente verdaderas, pero que son comúnmente aceptadas. En cambio, cuando
se habla de un silogismo incompleto o con menos premisas que el silogismo
primario, se apela más bien a su estructura (Walker, 1994: 47; Walton, 2001: 106).
Sin embargo, Aristóteles también expresa que las
premisas de un entimema pueden no ser enunciadas si son conocidas por el
auditorio y este las puede incluir (Boyer, 1995: 74).
Aristóteles en la Retórica mantiene
sobre los entimemas lo siguiente:
…es necesario que el entimema y el ejemplo versen
sobre aquellas cosas que a menudo pueden ser de otra manera y que, por su
parte, el ejemplo sea una inducción y el entimema un silogismo, y <todo ello> a partir de pocas premisas, incluso
menos de las que consta el silogismo de la primera figura. Porque si alguna de
estas premisas es bien conocida, no hace falta enunciarla: el propio oyente la suple. (Retórica,
I, 2.5., 1357a) [Resaltado en cursiva mío][3].
Esta es la razón por la que tradicionalmente se ha
caracterizado un entimema como un argumento incompleto al que le falta una o
más de las afirmaciones que lo constituyen (Paglieri
y Woods, 2011a: 127). De manera semejante, se entiende como un argumento
incompleto en el que se ha omitido alguna premisa [16] (o incluso la
conclusión) por considerarla obvia (Marraud, 2013:
111, 117). También se ha expresado que son demostraciones (silogísticas) muy
efectivas que se pueden hacer cuando no se hace explícito todo lo que se
necesita para ello (Levi, 1995: 68). De acuerdo con
otros autores, se trata de un razonamiento en el que ciertas premisas, incluso
la conclusión, no son explícitas, pero en los que la validez puede ser mostrada
si le agregamos los enunciados faltantes o supuestos (Boyer,
1995: 73). Así pues, comúnmente se ha definido al entimema como un argumento en
el que algunos elementos se dejan sin especificar. El elemento no especificado
es usualmente tomado como una premisa, con frecuencia reconocida como premisa
faltante (Paglieri y Woods, 2011b: 462-463).
Además, no parece ser tan casual que haya usado la
palabra “entimema”, que viene del griego ἐνθύμημα o enthumēma,
compuesta de “en” + “thumos” (mente), cuyo significado
es “que ya reside en la mente”. Se trata
de un silogismo en el que no se ha expresado una de las premisas o la
conclusión por considerarse obvias o implícitas en el argumento emitido; es
decir, se sobreentiende de que estas ya residen en la mente del auditorio y por
tanto no tienen que enunciarse (Burnyeat, 2012: 152).
Como se puede ver, el rasgo característico de los
entimemas es la falta de una premisa que ha sido denominada de diferentes
maneras: “premisa no expresada” (Van Eemeren y Grootendorst, 1982, 1983), “premisa implícita” (Hitchcock, 1998), “premisa oculta” (Gough
y Tindale, 1985) y “premisa no emitida” (Burke, 1985; Gilbert, 1991: 159). Ahora bien, el hecho de
que este tipo de fenómenos lingüísticos ocurren en nuestra comunicación
cotidiana hace que nos planteemos cuestiones como las siguientes: ¿por qué un
hablante, al producir un argumento, lo produce de manera incompleta? ¿Cómo
hacemos para hacer aparecer e introducir una premisa? ¿En qué consiste el
procedimiento que se sigue (por parte del oyente o auditorio) para introducir
una premisa “supuestamente” no explicitada? ¿Cómo saber que este proceso es el
correcto? ¿Cómo dar cuenta de que se está agregando la premisa correcta o al
menos la que el hablante suprimió? Estas son otras preguntas que los entimemas
plantean y, en gran medida, son cuestiones que los casos de compleción también
presentan. No responderé a todas estas interrogantes. Más bien, por el momento,
deseo explorar las respuestas que se han dado ya con los teóricos de la argumentación,
aunque también deseo buscar en las propuestas que se han dado en la filosofía
del lenguaje respecto a los casos de compleción para ver si alguna de ellas
puede ser útil para dar cuenta o ayudar a encontrar una buena solución al
problema acerca de cómo hacemos para comprender tales argumentos y por qué
producimos ese tipo de argumentos.
3. Minimismo y
deductivismo
Los casos de compleción y los entimemas son semejantes. En ambos falta
algo, ya sea una parte de la proposición —para los casos de compleción—, ya sea
una proposición completa —premisa o conclusión— para los entimemas. Y se supone
que para ambos fenómenos lingüísticos ocurre una compleción por parte del
auditorio.
Intentar ofrecer una propuesta que explique ambos
casos supone tener una buena teoría o propuesta lingüística que los abarque. El
problema es que la filosofía del lenguaje se ha enfocado mucho más al análisis
de oraciones o de construcciones menos complejas y ha descuidado bastante producciones lingüísticas más elaboradas como la
argumentación. De hecho, el sistema lingüístico está configurado para la
elaboración de textos, y la argumentación es un tipo de texto. Argumentar es
parte de nuestras prácticas comunicativas; esto es, se trata también de una
actividad lingüística. De esta manera, la lingüística de texto está involucrada
tanto con la teoría de la argumentación como con la filosofía del lenguaje,
incluso con la epistemología, ya que cuando argumentamos lo hacemos, por lo
general, con el fin de justificar una creencia, de mostrarle a alguien más por
qué afirmamos una proposición determinada (o mantenemos una creencia) o para
convencer a alguien más de nuestro punto de vista respecto a un tema o
problema, y en última instancia hacer que modifique alguna creencia.
[17]
Así, dada una aseveración tan sencilla como que “mañana es martes”, la
podemos fundamentar mediante las premisas de que “nuestros días se organizan en
semanas”, “la semana tiene 7 días”, “los días son consecutivos”, “el orden de
los días no es cambiable”, “al domingo le sigue el lunes, al lunes le sigue el
martes, etc.”. “Mañana”, bajo una de sus acepciones, significa el día siguiente
al que se emite dicha expresión, considerando también que uno de los
significados de “hoy” es el día en que se emite dicha expresión, de modo que
“si hoy es lunes”, entonces “mañana es martes”.
Efectivamente, para afirmar que “mañana es martes”
basta con mantener que “hoy es lunes”. Esto es, si alguien me pregunta que por
qué creo que “mañana es martes”, yo aduciría simplemente que porque “hoy es
lunes”. Sin embargo, como vimos en el
párrafo anterior, hace falta incluir más proposiciones con el objetivo de
sostener nuestra afirmación conclusiva. Al parecer muchas de nuestras
aseveraciones son el resultado de una serie de proposiciones previas que las
sustentan, pero en múltiples ocasiones es muy complicado ofrecer todas las
proposiciones de las que depende una de nuestras afirmaciones. ¿Basta con que
mantenga que “hoy es lunes” para derivar de ahí que “mañana es martes”? Tal vez
otros ejemplos ilustran mejor el asunto que me incumbe. Consideremos los
siguientes casos:
(8) Está lloviendo. María no vendrá a la reunión.
(9) Los vegetarianos no consumen carne. Por tanto, los
vegetarianos gozan de buena salud.
(10) El Sr. Ruiz no tiene teléfono puesto que su
nombre no aparece en el directorio telefónico.
(11) Libertad significa responsabilidad. Por eso los
hombres la temen.
(12) Fumar debería ser prohibido porque es malo para
la salud.
(13) —Oye, ¿sí te contestaron en el número del PRO-SIN?
—Hola, pues no he llamado. Marqué por equivocación con
A, y bueno, D está a su lado.
—Sí, más bien creo que hoy no trabajaron. Pensé que los administrativos
sí tenían labores.
En cada uno de estos casos, hay premisas faltantes y,
sin embargo, para muchos es claro lo que se pretende comunicar en cada ocasión
de emisión. Algo semejante ocurre en los casos de compleción, como ya se mostró
más arriba.
3.1. Minimismo semántico
En filosofía del lenguaje y respecto a los casos de compleción hay una
propuesta teórica denominada minimismo semántico (en
adelante MS), según la cual toda oración emitida expresa una proposición
mínima, una vez que ya hayan sido resueltos aspectos como deixis, ambigüedades,
polisemia y vaguedad, y dicha proposición mínima constituye el significado o
contenido proposicional mínimo de tal oración. Borg
suscribe dicha tesis; además, mantiene que toda emisión de una oración posee un
contenido proposicional mínimo que simplemente constituye sus condiciones de
verdad y es el contenido expresado por dicha emisión. Según ella, el contenido
semántico se agota por la contribución hecha por los constituyentes sintácticos
de la oración junto con el modo de composición o arreglo sintáctico (Borg, 2009c: 423), donde esos constituyentes sintácticos
pueden variar en su contribución proposicional si son expresiones
semánticamente sensibles al contexto. Lepore y Cappelen (al menos hasta el 2006) mantienen una postura
semejante.
Para el minimismo las
emisiones de oraciones determinan conjuntos de condiciones de verdad o
proposiciones que obtienen un valor de verdad respecto a determinadas
circunstancias de evaluación. Sólo en algunos casos esas condiciones de verdad
o proposiciones se obtienen mediante la intervención del contexto. El contexto
interviene principalmente, como ya se mencionó anteriormente, para resolver
ambigüedades, polisemia y vaguedad, así como para determinar los referentes de
las expresiones deícticas, expresiones que son semánticamente sensibles al
contexto. Todos los fenómenos considerados post-semánticos
tales como las ironías, las implicaturas
conversacionales, el sarcasmo, etc., no son aspectos considerados semánticos
sino pragmáticos y se obtienen sólo cuando se ha obtenido el contenido
semántico.
[18]
De acuerdo con el minimismo semántico, el
contenido mínimo y semántico de una oración es el contenido que todas las emisiones de esa oración comparten en todos los contextos y
situaciones por más diversos que estos sean (Cappelen
y Lepore, 2005: 143). En otras palabras, una vez que se
hayan resuelto cuestiones que atañen a la sensibilidad semántica al contexto,
la proposición mínima o semánticamente expresada por una oración es la
proposición que todas las emisiones de esa oración expresan sin importar cuán
diferentes sean los contextos en los que sea emitida.
Considérese la oración (1) y el deíctico que contiene. “Yo” es un
deíctico que activa la participación del contexto en que se emite; en
particular, activa que se tome al hablante como referente del pronombre. Sin
embargo, una vez asignado cuál es el hablante, para Cappelen
y Lepore, las emisiones de la oración (1) en
cualquier contexto con ese mismo hablante expresarán semánticamente la misma
proposición mínima. Respecto de los contextos en los que una hablante,
supongamos, llamada Carmen, es la emisora, las emisiones de (1) expresarán
semánticamente la misma proposición, no importa dónde ni cuándo se le emita, ni
cuál sea el curso de la conversación que se esté teniendo. Respecto de
contextos en los que otro hablante, supongamos que se llama Raúl, es el emisor,
las emisiones de (1) expresarán semánticamente la misma proposición sin importa
dónde ni cuándo se le emita ni cuál sea el curso de la conversación que esté
teniendo; y así para cualquier emisor. Esta constancia en lo que las emisiones
de una oración expresan, incluso para el caso de los deícticos, es lo que
permite afirmar que la proposición semánticamente expresada, la proposición
mínima, es el contenido que cualquier usuario competente de la lengua es capaz
de reconocer de una oración emitida. Es la competencia semántica del hablante
más el contexto cuando y sólo cuando haya una expresión del conjunto de Cappelen y Lepore[4] la que le permite reconocer la proposición mínima expresada
por emisiones de una oración, mientras que reconocer las proposiciones
adicionales requerirá conocimiento que va más allá del semántico.
Ahora bien, si consideramos, por ejemplo, la oración (3) de la lista
(3)-(7), siguiendo al minimismo mantendríamos que esta expresa la proposición
“Nicolás está listo” y esto es
verdadero si y sólo si Nicolás está listo. Y eso es todo; no expresan nada más
ni se tiene que llenar la proposición con algo del contexto debido a que no
contienen ningún deíctico como constituyente. La única intervención contextual
en estas oraciones es, según el minimismo, para
asignar tiempos a los tiempos verbales, desambiguar y resolver vaguedades. Por
ejemplo, el contexto se necesita para determinar el valor semántico de los
marcadores de tiempo en cada oración, para proporcionar un referente para
“Nicolás”. Aunque también hay otras formas en que piensan que el contexto
contribuye en estos casos. Por ejemplo, si alguien emite “Juan es alto” puede
comunicar que Juan es alto respecto a
una clase prominente con la que se compara, o si alguien emite “Miriam tomó la
llave y abrió la puerta” puede comunicar algo que requiera inferir que la
puerta se abrió con la llave. Todas
estas proposiciones más ricas de lo que determina la proposición mínima son
proposiciones pragmáticamente aseveradas: las partes que se introducen en
virtud de los efectos del contexto que, para el minimista, son efectos
pragmáticos del contexto por no ser desencadenados por ningún elemento
gramatical de la oración (véase Borg, 2009a, 2009b; Cappelen y Lepore, 2005). De esta
manera, si de la emisión de una oración como (4) alguien accede o interpreta la
proposición “Mariano ya terminó de hacer ejercicios”, se debe a una implicatura
conversacional; esto es, a una inferencia que tiene lugar gracias a ciertos
datos provenientes del contexto.
Esto obedece a la distinción entre el contenido semántico o lo dicho literalmente por una oración y
[19] el contenido pragmático o lo
comunicado al emitir una oración. Así, si se emite “El corazón de la teoría
de la evolución consiste en afirmar que las especies son un estado en un
proceso dinámico”, su contenido proposicional literal y mínimo es algo absurdo
y falso. Sin embargo, mediante una inferencia o implicatura
podemos captar que el contenido comunicado es algo como “el aspecto central o
más importante de la teoría de la evolución consiste en que Darwin afirma que
las especies son un estado en un proceso dinámico”. Y este es verdadero. Pero
para poder acceder a ese contenido comunicado se requiere del contenido mínimo
sobre el cual se construye la inferencia. Se requiere derivar que lo dicho
literalmente es falso para motivar la búsqueda de una interpretación
alternativa.
En consecuencia, al emitir una oración como (3) a (7)
tenemos el contenido semántico mínimo y un contenido pragmático derivado o
inferido a partir de información contextual. Y es así como se ha intentado
comprender también el entimema, lo que produce un problema importante en la
teoría de la argumentación concerniente a este tipo de argumentos.
3.2. Deductivismo
Si todo argumento se compone de premisas y de conclusión, y un argumento
es válido si la conclusión se sigue de las premisas (explícitas) que conforman
dicho argumento, entonces un argumento incompleto nunca será válido porque no
tiene expresadas todas las premisas o la conclusión, de manera que no se da el
caso que algo se siga de algo. Además, la misma noción de argumento incompleto
se corresponde con la noción de argumento completo. Sabemos que estamos ante un
entimema en la medida en que presuponemos el argumento completo. Desde este
punto de vista tenemos un argumento completo que derivamos o inferimos de un
argumento incompleto. Pero, si el argumento emitido es lógicamente inválido,
será el argumento derivado pragmáticamente el que es lógicamente válido.
Para algunos, denominados por Levi (1995) deductivistas, se
requiere pasar del argumento entimema a un argumento lógico con todas las
premisas que se necesitan para hacerlo válido. Estos insisten en que ciertas
premisas deben ser descartadas como faltantes porque son implausibles o porque
el argumentador no concede que son premisas de su argumento. Pero, si cualquier
conjunto de premisas hacen un argumento lógicamente correcto, es difícil para
un deductivista dar cuenta de un argumento falaz, ya
que si un argumento es malo, entonces es incorrecto proporcionar una premisa
faltante para hacer al argumento bueno (Levi, 1995:
75).
La compleción significa que todo lo que no se necesita decir en un
contexto se necesita hacer explícito para alguien que no esté en la situación.
La ausencia del contexto retórico es el pequeño secreto para realizar la
paráfrasis que debería tener lugar en la secuencia que va de premisas a
conclusiones, al menos si se entiende el entimema en términos de este
acercamiento deductivista (Levi,
1995: 80). Según Levi, se requiere de la secuencia
premisa-conclusión ya que dicha secuencia no es contextual (es
descontextualizada). Sin embargo, tal acercamiento tiene problemas porque
supone una alteración al argumento original que puede dar pie a peticiones de
principio, hombre de paja, entre otros argumentos que posiblemente el hablante
o argumentador no tiene la intención de expresar.
Paglieri
y Woods (2011a) mantienen que si un entimema es un argumento con una
proposición o premisa ausente (a veces la conclusión), entonces habrá una
manera de encontrar estratégicamente mediante un conjunto de procedimientos la
premisa faltante; esto es, de reconstruir el entimema y restaurar su
significado o contenido. Para dar cuenta de estas estrategias se puede echar
mano de la proposición expresada (literal o mínima) y la proposición
comunicada. La distinción propuesta por Paglieri y
Woods (2011a) es entre el argumento emitido y el argumento que se quiere decir
(“the meant argument”, que sería algo como “el argumento
significado”). El segundo es el argumento completo que deriva del entimema. El
problema ahora radicará en encontrar la estrategia que se sigue para llenar los
espacios vacíos para determinar el argumento; me detendré en esto más adelante.
Lo que se intenta dejar ver hasta aquí es que, así
como el minimismo mantiene que una oración [20]
expresa unas condiciones de verdad mínimas relativas sólo a los términos usados
en tal construcción oracional y a su acomodo sintáctico, así hay quienes
mantienen que un entimema expresa “mínimamente” o “básicamente” un argumento
incompleto y por ello lógicamente inválido. Y así como el minimismo
expresa que, dadas ciertas consideraciones pragmáticas, se puede pasar de la
proposición mínima a una proposición pragmáticamente enriquecida, así hay
quienes mantienen que se trata de un proceso pragmático el pasar de un entimema
a un argumento lógicamente completo y válido. Si se trata de un proceso
pragmático, lo que se desea saber es en qué consiste dicho procedimiento. Los
minimistas lo delegan a los casos de implicaturas
conversacionales à la Grice. Lo mismo proponen algunos teóricos de la
argumentación; detengámonos en ello.
3.3. Implicaturas conversacionales
Hay un modo de enfrentar el problema de la reconstrucción de entimemas
de manera muy semejante a como se ha enfrentado la compleción en filosofía del
lenguaje. Esto supone entender que se pasa de un argumento lógico incompleto e
inválido a uno completo y lógicamente válido. Ahora bien, no para todos los
autores los entimemas son malos argumentos aunque sean formalmente inválidos
(Gilbert, 1991: 159). Sin embargo, concediendo que el entimema es un argumento
incompleto y por ello será un mal argumento, entonces ante un entimema tenemos
que dar una solución para llegar al argumento completo y bueno (o válido). De
esta manera, la estrategia a seguir consistirá en la eliminación de ese rasgo
malo del argumento llenando las partes faltantes. Una de las estrategias
propuestas para completar el argumento se basa en las implicaturas
y las máximas conversacionales propuestas por Grice.
El acercamiento tomado tanto por van Eemeren y
Grootendorst como por Jackson y Jacobs
depende en gran medida de la noción de implicatura
conversacional de Grice. Este acercamiento da por
sentado que la situación entimemática es dialógica; es decir, se concibe que
una discusión está “calculada para encontrar de manera conjunta una resolución
en una disputa” (van Eemeren y Grootendorst,
1983: 103; Gilbert, 1991: 160). Tomando en cuenta esta situación dialógica, los
entimemas pueden ser considerados un caso especial de la máxima de cantidad de Grice, que en tal caso expresaría algo como: sea tan informativo como sea necesario para
los propósitos de acuerdo, pero evite ser más informativo de lo que es
necesario (Jackson y Jacobs, 1980: 263). En tal
caso se puede decir más o menos, pero al parecer siempre se estaría violando la
regla. Lo que habría que investigar es a qué se debe que en algunas ocasiones se
dé más o menos información.
De acuerdo con Jackson y Jacobs (1980), si
consideramos a alguien que en medio de una discusión o diálogo asevera una
proposición determinada y tiene que justificarla, entonces esta persona puede
tomar dos vías: por un lado, expresar todas y cada una de las proposiciones que
justifican y que conforman las premisas que sustentan su aseveración; por otro
lado, sólo presentar algunas de ellas. En cualquier caso se estaría violando
con la máxima de cantidad, ya sea porque se proporciona más o menos
información, respectivamente.
Hay que hacer notar que ambas “violaciones” estarían
cumpliendo diferente función. Si se proporciona demasiada información es porque
se trata de información muy novedosa para el auditorio o se está aseverando
algo que no es muy aceptado por el auditorio; por eso hay que ofrecer muchas
razones, muchas premisas, muchas proposiciones que respalden la aseveración. En
cambio, si se proporciona poca información mediante la producción de un
entimema, entonces se debería a que ya hay mucho conocimiento expresado
previamente y/o compartido entre los interlocutores. Así, a medida que haya una
aseveración que presuponga mucha información compartida, entonces se ofrecerá
un entimema, o bien, a medida que la aseveración sea muy novedosa para el
oyente que no presuponga tanto conocimiento compartido, entonces se dará un
argumento con mucha más información versada en premisas y proposiciones. Esto
responde en parte a lo cuestionado y subrayado al final del párrafo de un poco
más arriba.
[21]
De lo anterior también se puede sacar otra inferencia: en la medida que
haya más información compartida, incrementará la posibilidad de que haya más
acuerdos. Esto guía al hablante a producir un entimema, pues este tiene buenas razones
para creer que no se le pondrán objeciones o que habrá desacuerdos. En cambio,
al dar muchas razones, al proporcionar muchas premisas o proposiciones se
incrementa el número de posibilidades de que el desacuerdo pueda ocurrir. En
cambio, si se sobrentiende mucho y se da por sentado, se dirá menos y la
posibilidad de desacuerdo es menor. El entimema posee una función persuasiva.
Producir un entimema es una forma de mostrar que ya hay muchas creencias
puestas sobre la mesa y que no se va a someter a discusión, es decir,
proposiciones compartidas y aceptadas. De esta manera y según Jackson y Jacobs los entimemas no se proporcionan por una razón de
economía; más bien se explota el hecho de que hay acuerdos y conocimientos
previos establecidos y compartidos por los participantes de una discusión.
Vinculado a este acercamiento se encuentra el de Marraud (2013), Walton y Reed
(2005) y van Eemeren y Grootendorst
(1983), que combinan la propuesta de Grice con un
mecanismo formalista y sostienen que la ventaja de este acercamiento es que es
posible determinar inequívocamente cuál es exactamente la premisa no expresada
poniendo a operar el principio cooperativo de Grice,
las máximas conversacionales y un criterio lógico de validez. Aunque no es del
todo claro cómo funcionaría esto, la idea va más o menos como sigue: supongamos
que alguien emite (10).
(10) El Sr. Ruiz no tiene teléfono puesto que su nombre no aparece en el
directorio telefónico.
Alguien que esté ante tal argumento actuando
cooperativamente y apelando a las máximas razonaría (explícita o
implícitamente) de la siguiente manera: asumiendo que el hablante es racional,
¿por qué expresa algo incompleto e inválido? No creo que él quiera decir algo
inválido, por ello y para cooperar con los intereses de nuestro diálogo creeré
que lo que él quiere mantener es algo como lo siguiente, (10a) o (10b), que se
ajusta a un criterio estándar de validez lógica o a lo que Marraud
denomina el mínimo lógico[5]:
(10a)
Si el Sr. Ruiz tiene teléfono, entonces aparece en el directorio
telefónico.
El Sr. Ruiz no aparece en el directorio telefónico.
Por lo tanto, el Sr. Ruiz no tiene teléfono.
o
(10b)
Todo el que tiene teléfono aparece en el directorio
telefónico.
El Sr. Ruiz no aparece en el directorio telefónico.
Por lo tanto, el Sr. Ruiz no tiene teléfono.
En tales casos, se dice menos porque se supondría que es algo ya por
todos sabido que, si se tiene teléfono, estará un enlistado en una sección del
directorio telefónico. Y como es algo que ya todos sabemos, poner esa proposición
crearía una reiteración en el argumento. Además, como somos cooperativos,
suponemos que eso es lo que quiere decir quien
proporciona el argumento. En la terminología de la pragmadialéctica
también seguida por Marraud diríamos que se trata de
una apelación al óptimo pragmático que consiste en una generalización del
mínimo lógico, lo que corresponde más a (10b), pues lo que se agrega es algo
como “por lo general, cuando alguien tiene teléfono, aparece en el directorio”.
El problema que tiene esta propuesta consiste en que
no se puede dar cuenta de por qué justo hay que implicaturar
tales premisas. ¿Por qué no le podríamos atribuir al hablante el siguiente
argumento como formando parte de sus creencias?
[22]
(10c)
Si el Sr. Ruiz tiene celular, entonces no aparece en
el directorio telefónico.
El Sr. Ruiz tiene celular.
Por lo tanto, Sr. Ruiz no aparece en el directorio telefónico.
¿O qué nos impide agregar premisas que involucren las
siguiente proposiciones?
– El Sr. Ruiz rechaza la tecnología.
– El Sr. Ruiz solicitó no aparecer en el directorio
telefónico.
– El trabajador del directorio a quien le correspondía escribir el
nombre del Sr. Ruiz se quedó dormido.
Podríamos seguir haciendo una lista más grande de proposiciones que le
podríamos atribuir al hablante como el contenido de sus creencias. Algunas de
las cuales serían realmente bobas y absurdas. Pero, ¿por qué no hacemos tal
cosa? Se puede responder esta cuestión de dos maneras diferentes.
Por un lado, podemos asumir que el entimema no es sólo un argumento
incompleto que hay que completar con premisas que hagan al argumento
deductivamente válido, sino además aceptar la concepción de que el entimema es
un argumento con premisas y/o conclusiones probables. De esta manera, un
argumento entimemático puede ser llenado con premisas o conclusiones probables
dando así un argumento válido pero por inducción o abducción, lo que implica
que la validez no sólo será deductiva (véase Walton y
Reed, 2005).
Sin embargo, los problemas de esta propuesta al apelar
a las implicaturas de Grice
son los siguientes:
1. Si añadimos cualquiera de estas premisas al argumento, entonces nos
arroja un argumento completo diferente cada vez. Además, podemos seleccionar
una premisa cada vez más irracional o tonta. Pero no lo hacemos o no lo
tendríamos que hacer, pero ¿por qué?
2. A un entimema o argumento incompleto le puede estar asociado más de
un argumento completo; en tal caso, ¿cuál seleccionar como el que pretende
expresar el hablante?
3. Una respuesta consiste en mantener que se
seleccionaría el más fuerte, aquel cuya estructura sea más potente en un
sentido de validez deductiva y que intelectualmente sea el que muestre
creencias menos débiles o tontas. ¿Por qué seleccionar el más fuerte?
Una vía para responder al problema expuesto en 3
consiste en mantener que se sigue el principio de caridad. A continuación me
detengo en ello.
3.4. El
principio de caridad
Otra estrategia para pasar del entimema al argumento completo se
respalda en el principio de caridad (Scriven 1976; Walton, 2001, 2008; Marraud,
2013).
Este principio se ha tomado de la filosofía del lenguaje,
particularmente de Davidson (1973). El “principio de
caridad” mantiene que ante un caso en que se encuentren dos personas con
idiomas diferentes o iguales en un intercambio comunicativo en el que se
precise interpretación, entonces debe haber una creencia por parte del
intérprete radical en confiar en la racionalidad del otro y en que lo que nos
dice que es verdadero para él es también para nosotros. El principio de caridad
nos obliga a atribuir de manera a priori un
amplio conjunto de creencias verdaderas compartidas a nuestro interlocutor y
hace que el intérprete se abstenga de atribuirle al interlocutor creencias que
el intérprete ve como inexplicablemente erróneas; así, lo que es racional creer
para uno lo es también para el otro.
Según Brun y Rott
(2013: 4) se actúa bajo el principio de caridad cuando se emite un argumento
inválido y el receptor produce una interpretación asumiendo que el autor
pretende presentar un argumento válido. Esto es, toda argumentación se hace
sobre un sistema de creencias. Las premisas explícitas expresan las creencias
que el autor quiere hacer que sobresalgan por alguna razón, pero las premisas implícitas
o faltantes se basan en un esfuerzo sistemático de adscribir un estado de
creencia al autor sobre un trasfondo de creencias en el que el argumento tiene
que ser evaluado. En el proceso de [23] interpretar un argumento, un intérprete
tiene que adscribir algún estado de creencias al autor. Y un argumento será
clasificado como entimemáticamente válido por un intérprete si la conclusión se
mantiene al adscribirle estados de creencia junto con algunas premisas. Por
ejemplo, a alguien que emite “tener un alma inmortal es una condición necesaria
para pensar”, podemos legítimamente atribuirle creencias dualistas y
espiritualistas e inferir la premisa faltante relativa a ese sistema de
creencias. De acuerdo con Brun y Rott,
interpretar un argumento está involucrado con evaluarlo, y evaluar un argumento
y adscribir estados de creencias están profundamente relacionados.
Ahora bien, la atribución de creencias no es algo completamente
arbitrario. Se debe a varios tipos de evidencia contextual tal como la información
del autor, su lengua, su situación epistémica, la circunstancia de la
producción de texto, estereotipos culturales relevantes, etc. (Brun y Rott, 2013: 5-6). Por otro
lado, atribuirle una creencia al autor del entimema no implica que este la crea
o la acepte. La validez del entimema no es, entonces, propiamente relativa a
los estados de creencias del autor. Pretenden serlo, pero no se puede estar
completamente seguro de que la creencia atribuida al autor del entimema sea
realmente una creencia que este mantenga. Así pues, los entimemas son
argumentos que se evalúan de manera holística; esto es, en el contexto de las
creencias que el intérprete le atribuye al autor. De esta manera, la tarea
central del proyecto del intérprete es atribuir estados de creencias al autor y
evaluar la coherencia de esas creencias, así como de irlas adaptando en el
proceso de interpretar el texto argumentativo (Brun y
Rott, 2013: 21).
Por su parte, Dale Jacquette (1996: 1)
mantiene que por razones de estilo, conveniencia o persuasión muchos buenos
argumentos son expresados entimemáticamente y no hay
un punto exacto para criticar ciertos entimemas como deductivamente inválidos
apuntando sólo a los vacíos en sus premisas y conclusiones que no han sido
completamente enunciados. Más bien, deberíamos dar el beneficio de la duda a
tales argumentos, reconstruyéndolos de tal manera que se parezcan más a una
inferencia válida.
La mayoría de los entimemas pueden ser expandidos de manera no trivial a
inferencias lógicamente válidas y se puede apelar al principio de caridad para
realizar tal expansión. El principio de caridad implica al menos entre otras
cosas que al enunciar un entimema debemos, como regla, intentar expandir el
argumento haciendo intervenir como una premisa o conclusión implícita sólo la
proposición más plausible mínimamente requerida para completar el argumento
como una inferencia válida, no redundante y circular (Jacquette,
1996: 2). Sin embargo, Jacquette reconoce que no hay
una sola expansión heurística infalible. Puede haber varias alternativas de
expansión de un entimema (1996: 11).
De manera opuesta, Walton y Reed (2005) ven un
grave problema en la idea de que el entimema es un argumento incompleto que hay
que completar y que el llenado se haga en función del principio de caridad y/o
de que la premisa ausente se tome como un presupuesto que se necesita para que
el argumento sea válido. El argumento que ofrecen ellos es que atribuir
supuestos o creencias a alguien que produce un argumento es un proceso difícil
de verificar. Esto depende de interpretar lo que el argumentador quiere decir y
esto está más allá de lo que el texto le atribuye. Un texto del lenguaje
natural puede ser difícil de interpretar. Puede ser ambiguo o vago. El que
argumenta puede ser o estar confundido y no saber él mismo qué es lo que quiere
decir o cómo decirlo. Así que insertar un supuesto en el texto para hacerlo
válido puede no representar lo que el argumentador quiso decir. Tal vez el
argumento que quiere decir sea inválido. Ahora bien, también el intérprete
puede aprovechar la situación para agregar una premisa que haga el argumento
inválido o falaz, etc. De esta manera, no parece haber un mecanismo para la
interpretación de entimemas y resulta desesperanzador buscar tal mecanismo (Walton y Reed, 2005: 341).
También expresan que hay varias maneras de interpretar dicho principio.
Por ejemplo, al decir que “cuando se interprete un texto, hay que darle el
mejor sentido posible”, parecería que lo que indica tal principio es que al
interpretar un entimema lo hagamos un argumento más fuerte. Pero, por más [24]
caritativo que esto sea, se trata de una distorsión del argumento original (Walton y Reed, 2005: 342).
En definitiva, de acuerdo con Walton y Reed,
el principio de caridad es muy impreciso y rudimentario como herramienta para
ayudar a determinar la premisa faltante (o la conclusión). Las atribuciones que
se hacen o hagan son subjetivas y pertenecen sólo a lo que el receptor pueda
atribuir al productor del entimema. De este modo, es legítimo atribuir alguna
aseveración (o creencia) a alguien a menos de que realmente haya hecho tal
aseveración. No se puede ver el interior de la mente de una persona y ver lo
que realmente él quería decir o aseverar (Walton y
Reed, 2005: 361).
Paglieri
y Woods mantienen una postura cercana a la anterior. Ellos expresan que se ha
hecho una distinción entre “el argumento que se quiere decir” y “el argumento
emitido”, donde el primero no es el emitido sino que es anticipado por el
argumento emitido. Es este rasgo el que se ha aprovechado para justificar que
el argumento que se quiere decir es un buen argumento en tanto que el argumento
emitido no lo es. Estos autores mantienen que esta distinción es errónea, así
como los argumentos basados en ella.
El problema consiste en que no es claro cómo podemos saber cuál es la
proposición faltante. El principio de caridad dice que debemos pensar que
quiere decir otra cosa, pero ¿qué otra cosa se quiere decir? ¿Cómo saber cuáles
son las proposiciones faltantes? El principio de caridad no es el mecanismo que
nos ofrece esta solución. La enunciación de un entimema admitirá una
multiplicidad de reconstrucciones sintácticas que generarían una variedad de
argumentos explícitos completos. El argumento que se quiere decir coincidirá
con alguno de esos argumentos reconstruidos. ¿Cómo podemos seleccionar un único
argumento de los posibles? Y como hay varios esquemas argumentales posibles,
¿cuál se supone que usaremos para validar el argumento emitido? Además, agregar
una premisa no necesariamente te da un argumento deductivo; puede darte un
argumento abductivo o un argumento a la mejor explicación, entre otros.
De acuerdo con Paglieri y
Woods, si se puede interpretar un entimema no es porque se tenga un acceso
privilegiado al argumento; más bien se debe a que se está siguiendo un patrón inferencial altamente familiar. Hay familiaridad semántica
cuando los elementos implícitos del entimema nos trasmiten hechos que ya
conocemos y creemos que son verdaderos. En tanto que hay familiaridad inferencial cuando el argumento emitido es incompleto, la
estructura puede ser más o menos frecuentemente usada por el intérprete y por
ello más o menos familiar a él (Paglieri y Woods,
2011a: 136). Así, la especificación del argumento que se quiere decir requiere
satisfacer dos condiciones: una comprensión no tutorada de las oraciones
relevantes y un comando de los factores situacionales no lingüísticos. Esto es,
para interpretar un argumento entimemático se requiere no sólo de la estructura
formal del argumento (estructura sintáctica) en compañía del conocimiento de la
semántica de una lengua natural; se requiere también de elementos contextuales
y pragmáticos. Pero nos detendremos más en la propuesta de Paglieri
y Woods en otra ocasión. Asumiendo y suscribiendo algunas de las observaciones
presentadas hasta aquí, los problemas que se destacan son los siguientes:
1. Atribuir supuestos o creencias a alguien que produce un argumento es
un proceso difícil de verificar. Esto depende de interpretar lo que el
argumentador quiere decir y esto está más allá de lo que el texto producido le
atribuye.
2. Insertar una proposición en el texto para hacerlo válido puede no
representar lo que el argumentador quiso decir. Tal vez el argumento que de hecho
quiere decir sea inválido. Ahora bien, también el intérprete puede aprovechar
la situación para agregar una premisa que haga el argumento inválido o falaz.
3. Parecería que lo que indica tal principio es que al interpretar un
entimema lo hagamos un argumento más fuerte. Pero, por más caritativo que esto
sea, se trata de una distorsión del argumento original.
4. Las atribuciones que se hacen o hagan son
subjetivas y pertenecen sólo a lo que el receptor pueda atribuir al productor
del entimema.
[25]
Conclusiones
Lo que queda mostrado hasta aquí es que es problemático tratar los
entimemas como argumentos incompletos a partir de los cuales se puede llegar a
un argumento completo en función de dos procedimientos, a saber, procesos de
inferencias pragmáticas o implicaturas, y del
principio de caridad. Los problemas que se plantean dejan ver que el principio
de caridad es muy limitado, impreciso y rudimentario como herramienta para
ayudar a determinar la premisa faltante (o la conclusión), y las implicaturas conducen a cuestiones que al parecer no se
pueden responder de manera adecuada.
Por esta razón es conveniente intentar ofrecer nuevos acercamientos que
eviten la afirmación de que hay que pasar de un entimema a un argumento
completo y válido.
[26]
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[1] Cabe hacer mención de la propuesta de que los términos
numéricos son de este tipo. Carston (1988, 1998)
sostiene que los términos numerales (por ejemplo, cuatro, siete) en realidad
están subdeterminados y contienen una variable que
puede tomar uno de tres valores, a saber, “cuando mucho”, “al menos” y
“exactamente”. De modo que la semántica de “n” sería [X]n, donde X es una variable que, según el contexto,
asume uno de esos tres valores. Sin embargo, hay que notar que ahora Carston es contextualista radical,
por lo que es posible que ya no mantenga tal postura.
[2] Traducción de Quintín Racionero.
[3] Traducción de Quintín Racionero.
[4] Las expresiones que aceptan de manera clara como
expresiones semánticamente sensibles al contexto son los pronombres demostrativos
como “este”, “ese, “aquel”, personales como “yo”, “tú”, “él”, adverbios
demostrativos como “aquí”, “ahí”, que
como se apreciará, son los que forman parte de la lista de deícticos de Kaplan (Cappelen y Lepore, 2005; Borg, 2004, 2009a,
2009b, 2009c; y Soames, 2002).
[5] El mínimo lógico es un condicional que tiene como
antecedente la conjunción de las premisas explícitas del argumento y como consecuente
su conclusión (Marraud, 2013: 110). Se apela a este
mínimo lógico porque de él dependerán los supuestos implícitos.