Deducción y contrición
Hubert Marraud
hubert.marraud@uam.es
Universidad
Autónoma de Madrid
Madrid,
España
Fecha de recepción: 14-06-17
Fecha
de aceptación:
20-06-17
Marraud, H. (2017).
Deducción y contrición.
Quadripartita Ratio: Revista de Retórica y Argumenctación, 2(4), 70-78. ISSN: 2448-6485
[70]
Podría decir,
redondeando, que durante el siglo XX fui un lógico formal y que en el siglo XXI
me he convertido en un teórico de la argumentación. Naturalmente, el tránsito
de una a otra disciplina no fue una conversión instantánea, y una de las cosas
que fue cambiando gradualmente es mi consideración del valor de la lógica
formal para el análisis de los argumentos.
Cuando me
dedicaba a la lógica formal nunca pretendí aplicarla al análisis de las
argumentaciones, más allá de los consabidos ejemplos de clase, cuya finalidad
no es analizar y evaluar argumentos, sino familiarizarse con el manejo de un
lenguaje formal. Pero cuando empecé mi conversión a la teoría de la
argumentación supuse que la lógica formal era útil para analizar y evaluar una
cierta clase de argumentos, los llamados “deductivos”. En Methodus Argumentandi (2007) dedico un capítulo a
la corrección formal de los argumentos; en ¿Es
lógic@? (2013) ninguno, y la lógica formal es
despachada como una teoría de la implicación, tenuemente relacionada —si acaso—
con el razonamiento y la argumentación.
He contado ya
la historia de mi conversión a la teoría de la argumentación y sus motivos[1] y ahora
querría tratar otro asunto. Lo que me propongo es exponer una limitación de
cualquier teoría de los argumentos inspirada en lo que, en un sentido genérico,
podemos llamar “lógica formal”. Con eso quiero dar a entender que esas teorías
comparten algunos de los presupuestos del uso de la lógica formal como fuente
de estándares o criterios para la evaluación de argumentos. Eso puede suceder
aunque la teoría no asuma esos estándares o criterios, como sucede con el deductivismo de la lengua[2] de Leo Groarke (2002). Sospecho que [71] mi argumentación contra
semejantes teorías de los argumentos está emparentada con la célebre aporía de
Aquiles y la tortuga de Lewis Carroll, pero no voy a desarrollar aquí esta
sugerencia.
La teoría de
los argumentos es aquella parte de la teoría de la argumentación que estudia
los argumentos, entendidos como productos de la argumentación. Dentro de la
teoría de los argumentos se pueden distinguir dos grandes partes: la analítica
y la crítica. La analítica trata de las cuestiones relativas a la naturaleza,
estructura y tipología de los argumentos, mientras que la crítica tiene como
tarea buscar estándares y criterios para la evaluación y/o crítica de los
argumentos[3].
Diré que una
teoría de los argumentos se inspira en el modelo de la lógica formal si cumple
dos requisitos. El primero es disponer de un conector que permita expresar los
compromisos inferenciales como contenidos de
enunciados. Según el análisis de Robert Brandom
(2003), eso es justamente lo que hace el condicional, de manera que aseverar Si A entonces B es hacer explícito el
compromiso de que B puede inferirse de A. Por ello, usaré “condicional” para
referirme a cualquier conector que cumpla esa función. El segundo requisito es
que esa teoría lógica considere válida cualquier inferencia que se ajuste al
patrón A, y si A entonces B, por tanto B
—conocido tradicionalmente como modus ponendo ponens, o simplemente
modus ponens.
Empezando por
la analítica, la finalidad del análisis lógico de un texto argumentativo es
prepararlo para su evaluación lógica; es decir, para que puedan aplicársele
ciertos estándares de validez. El proceso de análisis “lógico” se puede
dividir, por ejemplo, en tres etapas:
(1) Paráfrasis
del texto para eliminar ambigüedades, equívocos, términos emotivamente
cargados, etc.
(2) Identificación
de las conexiones lógico-argumentativas entre los enunciados del texto.
(3)Incorporación
de las premisas tácitas, necesarias para validar el argumento.
[72]
Apliquemos
este procedimiento a un ejemplo.
“Cabe decir que, en general, el proteccionismo de la enseñanza
universitaria supone, en el medio plazo, una pérdida de calidad y
competitividad de las instituciones que se intentan blindar. Dado que los stakeholders del
mundo educativo son crecientemente internacionales, los países que adopten
medidas proteccionistas o que eviten la integración en modelos supranacionales,
terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y perderán el mejor
talento” (Íñiguez de Onzoño, 2012).
(1) Completamos
las expresiones abreviadas en el texto, y hacemos las sustituciones pertinentes
para evitar el uso de expresiones distintas con un mismo referente y de
expresiones emotiva o valorativamente cargadas (como “blindar”), con el
siguiente resultado.
Cabe decir
que, en general, el proteccionismo de la enseñanza universitaria supone, en el
medio plazo, una pérdida de calidad y competitividad de las instituciones que
se intenta proteger. Dado que los stakeholders del mundo educativo universitario son
crecientemente internacionales, los países que adopten medidas proteccionistas
en la enseñanza universitaria o que eviten la integración en modelos
supranacionales de sus instituciones universitarias, terminarán en la periferia
del mundo del conocimiento y perderán el mejor talento.
(2) La
conclusión, como sucede a menudo, se enuncia al comienzo del pasaje, separada
por un punto y seguido de las razones aducidas para sustentarla. Esta conjetura
se ve reforzada por la presencia del conector “cabe decir”, que en contextos
como este puede reemplazarse por “se puede concluir que”. Cuando el conector
“dado que” aparece en estructuras de la forma dado que A, B, presenta A como una razón para B. Así pues, en el
texto se presenta el enunciado “los stakeholders del mundo educativo son crecientemente
internacionales” como una razón para creer que “los países que adopten medidas
proteccionistas o que eviten la integración en modelos supranacionales de sus
instituciones universitarias, terminarán en la periferia del mundo del
conocimiento y perderán el mejor talento”. ¿Cuáles son entonces las premisas de
las que depende la conclusión principal del texto? Lo más fácil y plausible es
interpretar el pasaje como un encadenamiento o concatenación de argumentos, de
manera que la conclusión “en general, el proteccionismo de la enseñanza
universitaria supone, en el medio plazo, una pérdida de calidad y
competitividad de las instituciones que se intentan proteger” se apoya en la
premisa “los países que adopten medidas proteccionistas o que eviten la
integración en modelos supranacionales de sus instituciones universitarias,
terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y perderán el mejor
talento”.
[73]
Para representar de forma más perspicua
la estructura argumentativa del pasaje, se puede recurrir de nuevo a una
paráfrasis:
Dado que los stakeholders del
mundo educativo universitario son crecientemente internacionales, los países
que adopten medidas proteccionistas en la enseñanza universitaria o que eviten
la integración en modelos supranacionales de sus instituciones universitarias,
terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y perderán el mejor
talento, y por tanto, en general, el proteccionismo de la enseñanza universitaria
supone, en el medio plazo, una pérdida de calidad y competitividad de las
instituciones que se intenta proteger.
O se puede
recurrir a un diagrama:
Los stakeholders del
mundo educativo universitario son crecientemente internacionales.
Por tanto,
los países que adopten medidas
proteccionistas en la enseñanza universitaria o que eviten la integración en
modelos supranacionales de sus instituciones universitarias, terminarán en la
periferia del mundo del conocimiento y perderán el mejor talento.
Por tanto,
el
proteccionismo de la enseñanza universitaria supone, en el medio plazo, una
pérdida de calidad y competitividad de las instituciones que se intenta
proteger.
(3) Está
claro que ninguno de estos dos argumentos es, en su estado actual, válido. Un procedimiento
común para remediar esta deficiencia es añadir a cada uno de ellos como premisa
el condicional asociado. El condicional asociado a un argumento resulta de
tomar como antecedente la conjunción de sus premisas y como consecuente la
conclusión del propio argumento. Así, los condicionales asociados con los dos
argumentos precedentes son, respectivamente:
(1) Si los stakeholders del
mundo educativo universitario son crecientemente internacionales, entonces los
países que adopten medidas proteccionistas en la enseñanza universitaria o que
eviten la integración en modelos supranacionales de sus instituciones
universitarias, terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y
perderán el mejor talento;
[74]
(2) Si los países
que adopten medidas proteccionistas o que eviten la integración en modelos
supranacionales de sus instituciones universitarias, terminarán en la periferia
del mundo del conocimiento y perderán el mejor talento, entonces el
proteccionismo de la enseñanza universitaria supone, en el medio plazo, una
pérdida de calidad y competitividad de las instituciones que se intentan
blindar.
Considerar el
condicional asociado como una premisa tácita no parece abusivo, puesto que un
condicional no es sino la expresión de un compromiso inferencial,
y quien argumenta que dado que A, B acepta que B puede inferirse de A. Groarke defiende explícitamente esta posición como parte de
su deductivismo de la lengua (DL):
Si no parece
apropiada ninguna otra premisa implícita, el DL incluye como premisa implícita
el condicional Si P entonces C. En
tal caso se puede decir que es un enunciado con el que el argumentador está
comprometido, porque no podría concluir C
a partir de P si lo rechaza (2002:
279).
Además, Groarke (1999) argumenta convincentemente que la pragmadialéctica también suscribe este principio
reconstructivo.
En
definitiva, el proceso de análisis y reconstrucción desemboca en los dos
argumentos siguientes:
Los stakeholders del
mundo educativo universitario son crecientemente internacionales. Si los stakeholders del
mundo educativo son crecientemente internacionales, entonces los países que
adopten medidas proteccionistas en la enseñanza universitaria o que eviten la
integración en modelos supranacionales de sus instituciones universitarias,
terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y perderán el mejor
talento.
Por tanto,
los países que adopten medidas
proteccionistas o que eviten la integración en modelos supranacionales de sus instituciones
universitarias, terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y
perderán el mejor talento.
[75]
Los países
que adopten medidas proteccionistas en la enseñanza universitaria o que eviten
la integración en modelos supranacionales de sus instituciones universitarias,
terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y perderán el mejor
talento. Si los países que adopten medidas proteccionistas en la enseñanza
universitaria o que eviten la integración en modelos supranacionales de sus instituciones
universitarias, terminarán en la periferia del mundo del conocimiento y
perderán el mejor talento, entonces el proteccionismo de la enseñanza
universitaria supone, en el medio plazo, una pérdida de calidad y
competitividad de las instituciones que se intenta proteger.
Por tanto,
el proteccionismo de la enseñanza universitaria supone,
en el medio plazo, una pérdida de calidad y competitividad de las instituciones
que se intenta proteger.
Johnson
denomina concepción P+I de los argumentos
a la tesis de que “un argumento se compone de premisas y de una inferencia (que
suele representarse metafóricamente como un puente o un nexo) de las premisas a
la conclusión” (2000: 74-75). Aunque, así entendida, la concepción P+I es una
tesis acerca de la estructura de los argumentos, resulta fácil extraer de ella
una tesis acerca de la evaluación de los argumentos, conforme a la cual la
calidad lógica de los argumentos depende de dos factores: (1) la calidad de las
premisas y (2) la calidad del vínculo entre las premisas y la conclusión. Diré
que un argumento es “aceptable” y “válido” para indicar que, en la teoría de
los argumentos de la que se trate, el argumento cumple los requisitos referidos
a la calidad de las premisas y a la calidad de la inferencia propuesta,
respectivamente. Finalmente, un argumento sólido es aquel que es a la vez
aceptable y válido.
Una de las
condiciones definitorias de las teorías de los argumentos de inspiración
lógico-formal es que consideren válido cualquier argumento que se ajuste al
patrón del modus ponens.
Como el proceso de reconstrucción de argumentos descrito en las páginas
precedentes termina indefectiblemente con una instancia del modus ponens, el
resultado de esa reconstrucción es siempre un argumento válido. Por ello, en
una teoría de los argumentos inspirada en el modelo de la lógica formal la
evaluación de los argumentos girará siempre en torno a la calidad de las
premisas, como admite Groarke: “En la práctica la
evaluación del razonamiento cotidiano que promueve DL tiende, por tanto, a
insistir en la evaluación de la aceptabilidad de las premisas más que en la
validez” (2002: 280).
La evaluación
de la calidad de las premisas, por lo demás, no suele considerarse lógica, de
manera que podría decirse que el uso de la lógica para guiar la reconstrucción
de los argumentos disuelve los problemas lógicos. Adviértase, finalmente, que
[76] si la validez de los argumentos depende de que exhiban una determinada
configuración interna, la validez es una propiedad formal de los argumentos.
Con respecto
a la aceptabilidad de las premisas, las exigencias pueden variar; por ejemplo,
y entre otras:
(1) las premisas
tienen que ser verdaderas,
(2) las premisas
se saben verdaderas, o
(3) las premisas
están suficientemente acreditadas.
Por mi parte,
creo que hablar aquí de premisas asertables vincularía la evaluación de los argumentos con
una noción muy analizada y debatida en la filosofía reciente, y contribuiría
por ello a integrar la teoría de la argumentación en las corrientes centrales de
la filosofía contemporánea.
En una teoría
de los argumentos de orientación lógico-formal, la noción de validez guía el
análisis y la reconstrucción de los argumentos, pero resulta inútil para su
evaluación. Un argumento “en bruto” es lógicamente bueno si y sólo si lo es su
reconstrucción —es decir, el resultado de añadir a las premisas del argumento
“en bruto” el condicional asociado—. Si, como se acostumbra, se identifica la
bondad lógica con la solidez, la pregunta crucial en la evaluación lógico-formal
de los argumentos es si el condicional asociado es aceptable (es decir, si es
verdadero, si se sabe que es verdadero, si está debidamente acreditado o si su
aserción está justificada, según el caso). Así, la evaluación lógica de los
argumentos termina por reducirse a una discusión de las condiciones de
aceptabilidad de los condicionales. Eso hace que la viabilidad de una teoría de
la crítica de argumentos inspirada en la lógica formal dependa de la
posibilidad de explicar las condiciones de aceptabilidad de los condicionales,
sin presuponer la noción de argumento o inferencia válida.
Una
dificultad es que muchas explicaciones de la lógica de los condicionales se
basan —directa o indirectamente— en la idea de que la aserción de si A entonces B está justificada si y
sólo si, para algún conjunto apropiado de enunciados C1,…,Cn, B puede inferirse
válidamente de las premisas A y C1,…,Cn.
Tales explicaciones de la lógica de los condicionales harían circular a la
teoría de la evaluación de argumentos. Peor todavía: si se asume la noción
estándar de validez formal, se identifica la aceptabilidad de las premisas con
su verdad y el condicional con el condicional material (como hace, por ejemplo,
Irving Copi); el resultado es que A por tanto B es sólido si y sólo si A
es verdadero y B es verdadero. Si, por el contrario, pudiéramos explicar las
condiciones de aceptabilidad de un condicional sin presuponer la noción de
inferencia válida (por medio de una cláusula como “si A entonces B es aceptable si y sólo si C”), podríamos definir la solidez de los argumentos sin mencionar
la noción de validez (A por tanto B
es sólido si y sólo si A es aceptable y C).
[77]
Concluyo, pues, que la noción
de validez lógico-formal no desempeña ningún papel en la teoría de los argumentos,
y por ende en la teoría de la argumentación. Para solaz de deductivistas
voy a exponer mi argumentación contra las teorías de la argumentación basadas
en la noción de validez formal en forma cuasi-demostrativa
(1) Todo
argumento A por tanto B debe reconstruirse
lógicamente como A, si A entonces B, por
tanto B [primer supuesto].
(2) La
reconstrucción lógica de cualquier argumento se ajusta al patrón del modus ponens
[de 1, por definición].
(3) Cualquier
argumento que se ajuste al patrón del modus
ponens es lógicamente válido [segundo supuesto].
(4) Todo
argumento reconstruido lógicamente es lógicamente válido [de 2 y 3].
El postulado de que un
argumento “en bruto” A por tanto B es
sólido si y sólo si sus premisas son aceptables y su reconstrucción es un
argumento válido, llevaría a la absurda consecuencia de que un argumento A por tanto B es sólido si y sólo si sus
premisas son aceptables. Para evitarlo se puede definir la solidez del
argumento “en bruto” en términos de la solidez de su reconstrucción:
(5) Un argumento A por tanto B es sólido si y sólo si su
reconstrucción lógica (A, si A entonces
B, por tanto B) es un argumento sólido; es decir, válido y tiene premisas
aceptables [definición].
(6) Un argumento A por tanto B es sólido si y sólo si A y
si A entonces B son aceptables [de 4, 5].
Dependiendo de las condiciones
de aceptabilidad del condicional, la argumentación seguirá uno u otro
derrotero. Supongamos, por ejemplo, que si
A entonces B fuera un condicional material y que la verdad fuese la
condición necesaria y suficiente para la aceptabilidad de las premisas. La conclusión
sería entonces la siguiente:
(7) Un argumento A por tanto B es sólido si y sólo si A
es verdadera y B es verdadera.
Como (7) no captura ninguna relación
sistemática entre A y B, no proporciona una caracterización plausible de
argumento lógicamente bueno. Otra posibilidad es mantener que un condicional es
aceptable, en una situación dada, si y sólo si, en esa situación, su
consecuente puede inferirse válidamente de su antecedente.
[78]
(7’) Un argumento A por tanto B es sólido si y sólo si A
es aceptable y B puede inferirse válidamente de A.
Si la noción de inferencia
válida que aparece en (7’) no se define en términos de validez formal, puede
prescindirse de ella al evaluar argumentos. Si esa noción se entiende en
términos de validez lógica o formal, llegamos a:
(8) Un argumento A por tanto B es sólido si y sólo si A
es aceptable y el argumento A por tanto B
es (lógicamente) válido.
Lo que nos devuelve al punto
de partida, sin que la manipulación del condicional asociado haya aclarado nada
acerca de la naturaleza de la bondad lógica de los argumentos.
Bibliografía
Brandom, R. E. (2003). La articulación de las razones: Una introducción al inferencialismo.
Madrid: Siglo XXI.
Carroll, L. (1981). “Lo que la
Tortuga le dijo a Aquiles”. En L. Carroll, El
juego de la lógica (pp. 151-158). Madrid: Alianza, 5ª edición.
Groarke, L. (1999). Deductivism
within Pragma-Dialectics. Argumentation, 13(1), 1–16. doi:
10.1023/A:1007771101651
Groarke, L. (2002). Johnson on the Metaphysics of Argument. Argumentation, 16(3), 277–286. doi: 10.1023/A:1019993002329
Íñiguez de Onzoño, S.
(2012, 18 de diciembre). La atracción del talento. El País. Johnson, R. H. (2000). Manifest Rationality. Mahwah (NJ): Lawrence Erlbaum Marraud, H. (2007). Methodus
Argumentandi. Madrid: Ediciones de la UAM.
Marraud, H. (2013). ¿Es lógic@? Análisis y evaluación de
argumentos. Madrid: Cátedra.
[2] Esta es mi traducción de natural language deductivism.
[3] En
la tradición de la lógica informal se suelen identificar la reconstrucción y la
evaluación de argumentos como las dos grandes tareas de la lógica informal.
Ralph Johnson (2000: 40) distingue en la teoría de los argumentos una dimensión
descriptiva y una dimensión normativa, y correlativamente subdivide la teoría
de la argumentación en teoría del análisis y teoría de la evaluación. Aunque la
distinción que propugno entre analítica y crítica es análoga a la de Johnson,
hay que tener presente que este distingue entre evaluación (appraisal) y crítica (criticism), una
distinción que a mi juicio resulta problemática.