Argumentación moral. Pasos de una investigación en
proceso[1]
Moral argument. Steps of an investigation process
Ángel Adrián González Delgado
angeladriang@gmail.com
Universidad Autónoma de Nayarit
Tepic,
México
Fecha de recepción: 15-10-15
Fecha
de aceptación: 16-01-16
González
Delgado, A. (2016). Argumentación moral. Pasos de una investigación en proceso.
Quadripartita Ratio: Revista de Retórica y Argumentación, 1(1), 118-123. ISSN: 2448-6485
[118]
Resumen: Se presenta el
esbozo de un proyecto de investigación que pretende indagar sobre la manera en
que se argumenta para tomar decisiones cuando se presentan dilemas éticos en la
práctica médica. El proyecto busca comparar, a través de una investigación
empírica, las formas comunes de argumentación en el ámbito señalado.
Palabras clave: Ética,
medicina, argumento, argumentación.
Abstract: This paper outlines a research project whose goal is to inquire into the way in which people argue concerning decision-making when ethical dilemmas in medical practice arise. The aim is to compare, through empirical research, the common means of argumentation in that field.
Keywords: Ethics, medicine, argument, argumentation.
[119]
Introducción
La
argumentación ha sido y es un tema de estudio recurrente en la filosofía. ¿Qué
significa argumentar? ¿Por qué y cómo argumentamos? ¿Qué significa argumentar
bien (o mal)? O ¿qué es una argumentación jurídica,
trascendental, moral, etc.? Estas son sólo algunas de las preguntas de interés
frecuente entre filósofos, sobre todo durante las últimas décadas. Valga este
coloquio como una muestra de dicho interés.
La
denominada Teoría de la argumentación
es un área de estudio que se consolida y va nutriéndose, cada vez más, de
reflexiones y propuestas críticas. Aunque este trabajo se incrusta justo dentro
de dicha área, más que presentar resultados concluyentes de una investigación,
lo que busco es exponer o, si se prefiere, contar grosso modo los pasos de una investigación en construcción. Lamento
si con esto no cumplo las posibles expectativas que pudieron haberse generado.
Si ese fuera el caso, únicamente me resta pedir paciencia y esperar hasta el
final para emitir opiniones o juicios acerca de lo estoy por contar.
Aun cuando el
concepto de investigación suele
referirse a un proceso, una práctica o una serie de acciones, es de notar que
uno de sus significados, o uso más común, sea el de un producto, un resultado,
un conjunto de datos articulados que conforman una conclusión. Es decir, cuando
alguien pregunta “¿qué es lo que estás investigando?”, o llanamente “¿de qué es
tu investigación?”, lo que espera informarse es sobre los resultados, sobre las
conclusiones. Se refiere, con mayor frecuencia, a un producto teórico. Ahora
bien, no me parece que las preguntas sobre los productos y la respuesta sobre
las conclusiones sean más importantes que las preguntas sobre los procesos y la
respuesta sobre las acciones. La relevancia de unas u otras dependerá del
interés de quien o quienes preguntan, además de la etapa en que se pregunta. La
investigación es una trama de momentos; tan importantes son las etapas
iniciales como las intermedias y finales. Cuando un director de tesis, por
ejemplo, pregunta a su dirigido “¿qué pretendes defender?” o “¿a dónde quieres
llegar?” y luego pregunta “¿cómo piensas hacerlo?” o “¿qué método(s) planeas emplear?”, está buscando información acerca de etapas distintas del proceso
de investigación. Para esta presentación, de hecho, el enfoque se centrará en
el último grupo de preguntas y respuestas. Esto no significa que las cuestiones
acerca de los posibles productos o resultados sean irrelevantes sino que, por
ahora, son más bien intuiciones y su presencia será un tanto indirecta. Lo que
me ocupará es, pues, hablar de los pasos que he dado al investigar la
argumentación moral.
Inicios de una
investigación.
Es por muchos
sabido que sobre la ética bastante se ha escrito ya. Teorías filosóficas han
ofrecido normas o guías para la toma de decisiones. Ante una decisión compleja
que deba tomarse, elige siempre el término medio, elige no sucumbir a los
extremos por defecto o por exceso. O elige siempre, y bajo cualquier
circunstancia, actuar conforme a lo que dicte la razón, que eso sea el
imperativo para actuar. Una guía más puede ser el tomar la opción que ofrezca
como consecuencia un bien para la mayoría. Estas tres rutas posibles por
decidir conforman lo que bien puede denominarse éticas normativas. La bibliografía sobre estas es bastante, y no
parece cesar la aparición constante de la misma. Otra área de reflexión ética
es aquella cuyo abordaje se centra en cuestionamientos como el significado de
los conceptos morales, o la posible existencia de un conocimiento moral. A esta
serie de teorizaciones, o abstracciones, le subyace una pregunta básica: ¿cuál
es el significado de los conceptos
éticos (o en general los juicios morales)? Metaética
suele llamarse a esta área de la ética. Ante esta y la ética normativa me
encontré tiempo atrás debido a mis lecturas, debido a mi gusto por saber más de
la filosofía moral. Sin embargo, mi interés no iba más allá de disfrutar mis
lecturas e identificar, en ocasiones de manera sencilla y en otras con más
[120] complicación, los argumentos que filósofos clásicos habían esgrimido en
sus obras. Hasta aquel momento todo quedaba en eso. Después, con la necesidad
de elaborar y presentar un proyecto de investigación filosófica, me di a la tarea
de armar a partir de mis notas e inquietudes un primer esquema (borrador) de
trabajo. El primero, el segundo y quizás hasta el tercer esquema en su
totalidad lo eliminé. O bien, veía que dicho esquema no me permitiría ir más
allá de lo mismo, más allá de hacer un inmenso parafraseo de algún párrafo
extraído de un texto clásico, o sencillamente no me llenaba al grado de
interesarme en él y dedicarle tiempo, trabajo y gusto por llevarlo a cabo. Así
pasó algún tiempo; un tiempo de caos en las ideas (¿tiempo de caos “normal” en
toda investigación? Lo desconozco). Por fin, la luz al final del túnel me vino
de textos filosóficos no clásicos. Al menos no en el sentido de los grandes
clásicos de la historia de la ética. Eran, ahora, textos sobre la práctica médica
y sus problemas éticos. Textos sobre bioética, sobre la relación del paciente y
su médico, sobre la vida y la muerte. Leía ahora a filósofos interesados en
esos temas o médicos reflexionando (¿filosóficamente?) sobre sus propios
problemas. Fui descubriendo, o más bien suponiendo
que muchos de los argumentos de los grandes filósofos podrían bien
aplicarse a los problemas actuales; o bien, los problemas actuales podían ser
fuente de reconsideración de los argumentos de aquellos filósofos. Me parecía
(quizá mi formación así me hacía creerlo) que vincular los abordajes clásicos
de la filosofía moral con los problemas morales cotidianos cada vez más
identificables en nuestros días hacía dichas cuestiones más sencillas de
abordar y, quizá, menos difíciles de comprender. Con ese supuesto en mi
pensamiento me dispuse a charlar cuanto pude con personas interesadas en dichos
temas. Pronto descubrí que aquel supuesto del que partí —los problemas morales son sencillos de abordar y fáciles de comprender
si se les ve desde las teorías éticas— se encontraba aún muy alejado de la
realidad. Al menos eso me indicaba mi
experiencia. Los formados en filosofía se mantenían analizando un fenómeno la
mayoría de las veces lejano a ellos, y siempre desde sus tecnicismos; más aún,
desde el intento de sometimiento del caso a su lógica, o razón austera, para
comprenderlo. Por el otro lado, los no formados en filosofía (profesionistas
del área de la salud, pacientes o potenciales pacientes) parecían mínimamente
interesados en lo que las éticas normativas y la metaética
(mucho menos esta última) podían aportar para la comprensión de sus problemas
morales. Sus opiniones y razonamientos no atendían a posibles alternativas.
Parecían, más bien, guiarse por un tipo de código subyacente a sus opiniones.
Todo esto problematizó mi investigación, pero dicha problematización no fue
negativa sino todo lo contrario. Ahora sólo faltaba encontrar la problemática
central en aquello de lo que me percataba y, así, volcar mi estudio hacia la
misma.
Ya tenía,
entonces, una serie de cuestionamientos que había problematizado. Venía,
consciente o inconscientemente, realizando los primeros pasos que, en general,
dictan las reglas del método filosófico: Cuestionar
y problematizar (véase Russ, 2001:
33-39). Sabía o intuía, sin embargo, que faltaba algo más. La delimitación no
estaba realizada aún. Mientras buscaba conseguir la problemática central me
percaté de que constantemente me topaba, o hacía uso de conceptos como el de argumento y argumentación. A la par, empezaba a leer, o releer, una serie de
escritos que tiempo atrás revisé someramente y sin poner la atención debida:
obras sobre Teoría de la argumentación. Buscando un mero recurso metódico, o
herramientas de análisis (así lo creía entonces), dediqué tiempo nuevamente a
leer a Perelman, Pereda, Gilbert, Plantin,
y otros. Sin pretenderlo así, encontré en ellos reflexiones que me abrieron
camino. La ética, sus problemas clásicos y contemporáneos me han interesado, y
seguro me interesarán siempre, pero no pretendía ya analizar las teorías
normativas ni el significado del lenguaje moral en abstracto (si es que ello
sea posible); lo que me interesó fue indagar sobre la argumentación, sobre la
argumentación en torno a las cuestiones morales: en suma, la argumentación
moral.
[121]
Investigación sobre la
argumentación moral
El concepto
de argumentación puede atender a varios usos. Una serie de afirmaciones que,
subyaciéndoles cierta estructura, llevan a la afirmación de una afirmación
principal. Es este el significado que se emplea cuando se dice, por ejemplo,
“la argumentación que se presentó fue…” o “la argumentación, en síntesis, dice
que…”. Pero puede usarse también en el sentido de un proceso que lleva a cabo
uno o varios individuos. Se hace uso de este significado en expresiones tales
como: “su argumentación suele ser pausada y cuidadosa” o “es tan retórica su
argumentación que por momentos parece más un religioso moralista que un químico
farmacobiólogo”. Podría distinguirse entre argumento y argumentar; la argumentación puede referirse a uno o lo otro.
Durante el desarrollo de la investigación que he llevado a cabo, la
argumentación la he entendido más en su segunda acepción. Es decir, en palabras
de Pereda “la argumentación en cuanto
práctica” (Pereda, 2010), la argumentación como el argumentar. Esta
delimitación me permitió formar un proyecto que persigue precisar cuáles son
las características centrales de la argumentación moral que permiten tipificar
dicha práctica. Es decir, la problemática central es esta: ¿qué caracteriza a
esa práctica para tipificarla como argumentación moral?
Me
pareció que una ruta posible para buscar dar solución a la problemática
planteada sería describir algunos casos donde aparezcan discusiones, o
argumentaciones, en torno a dilemas morales; a partir de ello, efectuar un
análisis sobre los mismos y así encontrar las características generales de la
argumentación sobre dichos dilemas. Este ejercicio lo llevé a cabo de forma muy
simple en una etapa intermedia de la investigación. Las actividades de dicho
ejercicio fueron las siguientes:
(1)
Se plantearon primero algunos casos particulares que se han presentado en el
seno mismo de la medicina; (2) un grupo de personas, entre ellos personal del
área de la salud, fue invitado a revisar, reflexionar y emitir sus opiniones
sobre los casos planteados en (1); y por último (3), se expusieron los
principales argumentos resultantes del punto anterior y, posteriormente, se les
aplicó un análisis estructural elemental.
Estos pasos
me llevaron a sostener lo siguiente: las
argumentaciones morales detonan a partir del planteamiento de un disenso, los
agentes argumentantes hacen uso de un lenguaje moral (emotivo y prescriptivo),
y todo ello se desarrolla, es posible, en el marco de una situación
democrática-argumental entre sujetos argumentantes (véase González, 2012). En el paso (1) si bien
se eligieron arbitrariamente, o mejor dicho al azar, los casos planteados, ello
no —creo— demerita la actividad. Pues como he señalado, fueron casos propios, reales, de la práctica médica que todo
personal del área de la salud podría —al menos potencialmente— enfrentar. En lo que respecta al paso (2) quiero contar
que fue un proceso sumamente enriquecedor. Este paso permitió escuchar de viva
voz anécdotas de casos reales, sucesos que desde la periferia del ámbito médico
apenas si alcanzamos a imaginar quienes no nos dedicamos a la práctica médica.
Esto permitió dar cuenta de una vieja intuición personal: la argumentación
posee suma relevancia para poder deliberar adecuadamente en situaciones
moralmente complejas, muy difíciles de resolver. Quizá sea yo el que más haya
aprendido de esas pláticas, aunque espero equivocarme en esa opinión y ambas
partes hayamos aprendido de igual manera. Toda argumentación, por simple que
parezca, merece atención y es digna de análisis, pues la persona o personas que
lo emitan no sólo expresan sus opiniones sino que estarán dispuestas a
defenderlas; me costaría entender que alguien defiende algo que considere sin
importancia. Por último, en el paso (3) se menciona un análisis estructural elemental. Como su nombre indica, lo que se
llevó a cabo ahí fue identificar los componentes elementales de sus
argumentaciones. Ya que todo dilema moral es tal a partir de dos posibles
opciones, ya sea la opción P o no-P, o P o cualquier otra opción incompatible con P, lo primero fue identificar si el grupo de personas participantes
identificaban o no las opciones que implica el dilema que revisaron; luego, la
argumentación que presentaban y dónde se ubicaba, es decir, a favor o no a
favor.
[122]
Esto es, en
general, muy en general, la descripción de una etapa, de unos pasos de la
investigación que desarrollo. Pasos que me han hecho avanzar fuera de cierto
caos, o al menos de un tipo de caos inicial para avanzar a otro. Pero ahora es
un caos sobre cierta base, y eso es lo que permite avanzar no al ritmo que
quisiera, pero sí al ritmo que la investigación lo va exigiendo.
Consideraciones
provisionales
Las preguntas
medulares de mi investigación, incluyendo la problemática principal, no son
sólo relevantes sino fundamentales para comprender una práctica humana antigua
pero vigente: la argumentación. Mas no una
argumentación en un sentido general, sino más bien particular, delimitada,
situada en un ámbito práctico, moral. Preguntarnos cómo es la argumentación moral, cómo se desarrolla, qué la
posibilita, es una variante a la pregunta sobre qué es lo que hace un
individuo, o grupo de ellos, cuando discute racionalmente el por qué debe hacer X o no hacer X. En
general, ¿qué hacemos todos y cada uno de nosotros, o cómo lo hacemos, cuando
estamos argumentando ya sea a favor o en contra de la eutanasia, de la
eugenesia, de la experimentación en animales, del aborto o de cualquiera de los
llamados dilemas morales? Mi objetivo pretende ser claro: es ofrecer una
descripción de la práctica argumental, caracterizando las condiciones que la
posibilitan y las características que le son propias y nos permiten tipificarla
como argumentación moral.
Quiero
cerrar mi participación pidiendo a ustedes no confundir los alcances de la
investigación que he esbozado caóticamente aquí. No se pretende realizar un
estudio normativo; es decir, el interés es caracterizar la argumentación moral tal como se lleva o la llevan a cabo los agentes argumentantes y no como debe ser la práctica de estos. No se
pretende subsumir una práctica humana dentro de una lógica o razón austera, una
razón que no mire cómo es el mundo, o cómo es esa práctica.
Ya
el tiempo dirá si los pasos que aquí he descrito y seguido se mantuvieron, por
decirlo así, en un mismo camino, hacia un mismo rumbo. Pero, de no ser así,
sólo espero que, sea cual fuere el nuevo camino emprendido, resulte más rico y
gratificante que el que hasta ahora he andado.
[123]
Bibliografía
Craemer-Ruegenberg, I. (1976). Lenguaje moral y moralidad. Buenos
Aires: Alfa.
Gilbert, M. (1997) Coalescent Argumentation. Mahwah (NJ): Erlbaum.
González, A. (2012) La
argumentación de dilemas morales en la práctica médica. Una aproximación
filosófica. España: Editorial Académica Española.
Pereda, C. (2010). “La argumentación en cuanto práctica”. En F. Leal, Introducción a la Teoría de la argumentación
(pp. 47-60). Guadalajara: U. de G.
Pereda, C. (1994a). Razón e incertidumbre.
México: Siglo XXI.
Pereda, C. (1994b). Vertigos Argumentales:
Una ética de la disputa. Barcelona: Anthropos-UAM.
Russ, J. (2001). Los métodos en filosofía. Madrid: Síntesis.
Vega, L., y P. Olmos. (2011). Compendio de Lógica, Argumentación y
Retórica. Madrid: Trotta.
[1] Una versión de este trabajo fue presentada en
el IV Coloquio de Lógica, Retórica y
Teoría de la argumentación. Dado que tanto aquella versión como la que aquí
se presenta versan sobre etapas de una investigación, he usado algunas de las
ideas (párrafos inclusive) contenidas ya en una publicación previa. Sin
embargo, más que desarrollar de nuevo aquellas ideas, lo que hago es contar
cómo se fueron fraguando esas ideas.