La lógica formal como un procedimiento
de rescate del niño superdotado con problemas de inadaptación y fracaso escolar[1]
Formal logic as a salvage procedure to gifted children having
maladaptive issues and school failure.
María Alicia Pazos
alipazos@gmail.com
Dra. en Filosofia de la CiencIA-UNAM
Profesora-Investigadora- UACM
Ciudad de México, México
Fecha de
recepción: 15-10-15
Fecha de aceptación: 06-01-16
Pazos, M. A. (2016). La lógica formal como un
procedimiento de rescate del niño superdotado con problemas de inadaptación y
fracaso escolar.
Quadripartita
Ratio: Revista de Retórica y Argumentación, 1(1), 124-138. ISSN:
2448-6485
[124]
Resumen: El trabajo
encara el problema del fracaso escolar, académico y la problemática emocional
que afecta a los niños superdotados al enfrentarse a un entorno no preparado
para ellos, tanto familiar como escolar. A partir de un estudio de casos se
plantea que el conocimiento de la lógica formal desde una edad temprana puede
favorecer apreciablemente el desarrollo de muchos de estos niños de un modo
general que los beneficiaría en su desarrollo tanto intelectual como emocional.
Del mismo modo, puede plantearse que un individuo con capacidad especial para
alguno de los ámbitos de la lógica podría beneficiarse de conocerla desde una
época temprana, independientemente de si su CI global lo califica como
superdotado. La noción misma de superdotación implica una problemática de
caracterización y medición que también se aborda en el presente trabajo.
Palabras clave: Lógica
formal, argumentación, docencia, lógica para niños, niños superdotados.
Abstract:
This paper addresses the problem of academic failure at school and the emotional
problems affecting gifted children since they are facing an environment not
prepared for them, both at school and inside their own families. From a case
study, I argue that knowledge of formal logic at an early age could
significantly promote the development of many of these children in a general
way that would benefit them in their intellectual and emotional development.
Similarly, one can argue that an individual with special capacity for one of
the areas of logic could benefit from knowing it at an early age, regardless of
whether his general IQ qualifies him as gifted or not. The very notion of
giftedness involves a problem of characterization and measurement also
addressed in this paper.
Keywords:
formal logic, argumentation, teaching, logic for children, gifted children.
[125]
1. Motivación
general para la lógica
Desde su creciente desarrollo a partir de los inicios de siglo XX, con
el objeto —no tan exitoso— de recuperar la confianza en la ciencia a partir de la
fundamentación lógica de la matemática, la lógica como disciplina ha devenido
en un sistema —conjunto de sistemas— más abstracto que nos promete, ya sea la
perspectiva de una propuesta adecuada para una modelación del mundo (Carnap), un sistema para la modelación abstracta de otros
sistemas formales (metalógica) para el estudio de sus
propiedades, alcances y límites y, en esta línea, el estudio preciso de
propiedades esenciales de los sistemas, como su consistencia, capacidad inferencial o cantidad de contenido semántico, y la
presentación de sus propiedades generales como meta-reglas estructurales.
En tanto sistema abstracto, ha devenido en una variedad de modelos
formales, la mayoría de los cuales se interesa por caracterizar una noción de
inferencia y definir un conjunto de capacidades inferenciales.
Es este grupo de sistemas, que definen una noción de inferencia, lo que me
propongo denominar “lógica”. A los sistemas que caracterizan una noción de
inferencia subyace la idea de que hay personas —o en ocasiones sistemas no
biológicos, como computadoras— que emplean esas lógicas para obtener
información a partir de datos anteriores. Estas lógicas constituyen sistemas de
ampliación del conocimiento a partir de conjuntos de partida y, en este
sentido, son de suma utilidad como modelos de nuestros lenguajes, en los que
esa ampliación del conocimiento se desarrolla diariamente. En efecto, las
personas y, contemporáneamente, también las computadoras todo el tiempo amplían
sus conocimientos inmediatos mediante inferencias. Toda ciencia o disciplina
cognoscitiva es en gran parte el desarrollo inferencial
de premisas o datos de partida, desarrollos que permiten, entre otras cosas, la
predicción de acontecimientos, la explicación de hechos pasados y el desarrollo
de tecnologías. Del mismo modo, el desempeño de la conducta cotidiana depende
en gran medida de la ampliación de conocimientos mediante nuestras capacidades inferenciales, así sea de un modo asistemático e
inconsciente.
El conocimiento trivial de que mañana saldrá el sol depende de una
inferencia inductiva. Tomemos otro ejemplo imaginario. El profesor X suele
estar de buen humor cuando sus estudiantes presentan buenos resultados y es de
experiencia de los estudiantes que su humor contribuye a las calificaciones que
otorga. Tiene dos grupos asignados, de los cuales sabemos que el año anterior
el grupo A ha tenido mucho mejor rendimiento que el grupo B. Gabriel, que debe
elegir en cuál de ambos grupos inscribirse, prevé que será más difícil cursar
en el grupo A, que ha tenido mejor rendimiento y, por lo tanto, está más
adelantado, pero simultáneamente predice que, puesto que el profesor estará de
mejor humor ante ese grupo, será más fácil que apruebe si se inscribe en el A.
En consecuencia, elige dicho grupo. Este tipo de razonamiento, bastante
habitual en estudiantes de preparatoria, podría todavía atribuirse a un alumno
de secundaria, pero no suele ser atribuido a un niño de primaria. En adelante
nos enfocaremos en esta posibilidad.
2. Lógica
teórica, lógica aplicada
Las lógicas, concebidas como la elaboración de sistemas inferenciales y, a la vez, como los sistemas mismos, pueden
estudiarse de muchas maneras pero, en particular, distinguiré dos modos
generales diferentes en una primera etapa del estudio de la lógica:
a) Se pueden estudiar los sistemas formales, aprender su
semántica en términos de valores veritativos o de
valores asignados, y construir pruebas de validez semántica. Luego se puede
igualmente aprender sus reglas y adquirir la capacidad de realizar pruebas
formales de validez a partir de estas reglas. Ulteriormente puede pasarse a la metalógica y seguir los pasos de estudios simbólicos sobre
las lógicas mismas.
[126]
b)
Normalmente,
cuando se habla de la enseñanza de la lógica a jóvenes, no se está considerando
la enseñanza de un sistema simbólico y su funcionamiento interno, mucho menos
de propiedades generales de los sistemas formales, sino de lo que suele
denominarse lógica aplicada.
El uso cotidiano e incluso el uso científico de la inferencia científica
es un uso aplicado. Excepto por dos o tres tipos de inferencias simples que los
científicos reconocen y a las que acuden en la validación de sus áreas, tales
como la inferencia estadística y el razonamiento inductivo, el resto de las
inferencias científicas son igualmente aplicaciones inconscientes de
estructuras que desconocen desde un punto de vista consciente, del mismo modo
que el hablante de un idioma emplea la gramática correctamente sin necesidad de
reconocer verbos, pronombres o proposiciones subordinadas.
Sin embargo, profesores e investigadores de corrientes denominadas como
“pensamiento crítico” y “lógica informal” han propuesto que la enseñanza de las
formas de argumentación subyacentes a los razonamientos científicos y
cotidianos puede ayudar a los razonadores a mejorar sus capacidades inferenciales, a pensar mejor y, consecuentemente, a
mejorar su conocimiento inferido normal.
La lógica informal lleva a cabo esta empresa enseñando las formas de
razonamiento, generalmente las de la lógica proposicional, pero también en
ocasiones algunas de sus extensiones, en un lenguaje completamente natural, no
simbólico, o en un lenguaje semi-informal en donde
sólo se simbolizan las constantes lógicas y se permite introducir el contenido
semántico de los enunciados en lugar de las variables.
Una inferencia en este tenor diría, por ejemplo:
Si es lunes → tengo clase de lógica ¬ (Tengo clase de lógica) ¬ (Es lunes) |
en
lugar de |
p
→
q ¬ p ¬ q |
Esto es correcto, básicamente debido a que el aprender un sistema lógico
desde el punto de vista formal no garantiza la transferencia de las estructuras
al lenguaje natural y, consecuentemente, el empleo de las estructuras
aprendidas en los usos cotidianos o científicos. El aprendizaje de las
estructuras inferenciales es dependiente de
contenido.
Quien ha aprendido a razonar en el ámbito de la matemática no
necesariamente hace la transferencia de las estructuras a otros ámbitos de su
vida o las argumentaciones con su propia familia. Un abogado puede ser muy
bueno llevando a cabo las estrategias de inferencia de un juicio y ser incapaz
de transferir esas estructuras a las argumentaciones con sus hijos
adolescentes. A veces ocurre (si no frecuentemente) que un matemático o un
filósofo que conoce lógica formal, no emplea en el ámbito cotidiano las
estrategias de argumentación aprendidas en la asignatura. También es frecuente
que un estudiante, luego de aprender lógica simbólica y ser capaz de hacer
demostraciones formales y tablas de verdad, concluya que a él la lógica no le
sirve para nada (es igualmente usual que algunos profesores de filosofía
repitan este eslogan a sus estudiantes).
Si, por el contrario, las estructuras se presentan ejemplificadas en
áreas de contenido —por ejemplo, en la vida cotidiana, en el derecho o en la
geografía, digamos— y preferentemente si se presentan ejemplificadas en
variedad de áreas de contenido, el estudiante reconocerá las estructuras y se
le facilitará la transferencia a contenidos nuevos.
Por supuesto, esta forma de enseñanza tiene sus ventajas y sus
desventajas, ya que el estudio metateórico y crítico
de los sistemas por sus propiedades generales se hace imposible en esta forma
de presentación, pero si de lo que se trata es de mejorar las habilidades de
argumentación de la población poniendo de manifiesto sus propios cánones de
empleo inconsciente, entonces la metodología es apropiada para el objetivo.
Por otra parte, puede demostrarse que en casos específicos el estudio de
la lógica formal es suficiente para que el estudiante transfiera sus formas
argumentales a su propio lenguaje y mejore, así, sus capacidades y estrategias
de extensión del conocimiento por la argumentación. Este es el caso de algunos
estudiantes de filosofía que afirman que [127] mejoraron sus calificaciones en
el resto de sus asignaturas luego de haber tomado un curso de lógica
proposicional o cuantificacional.
Esto induce a considerar que aquellos estudiantes que tienen la
capacidad de llevar a cabo la transferencia se verán más beneficiados con un
curso de lógica formal que, a la vez que les sirva a los propósitos
argumentativos habituales, les permita un panorama sistemático de los sistemas
lógicos y su valoración metateórica.
La identificación de estos estudiantes resultaría beneficiosa para
ellos, si se llevara a cabo.
Sin embargo, una de las razones por las que es difícil
localizar a estos estudiantes, que podrían interesarse especialmente por la
lógica, así como contribuir notablemente a ella, es que los cursos de lógica,
así como los de matemática habituales, tienen un mayor índice de fracaso
académico que la mayoría de los restantes cursos de un mismo nivel de
aprendizaje. Y, como mostraré, justamente algunos de los estudiantes que tienen
más capacidad y que podrían tener un mayor interés por la lógica, están a
menudo dentro del subgrupo que evidencia fracaso académico.
3. Lógica y
fracaso académico
Dichos índices de fracaso académico me indujeron a la identificación de
las variables que inciden sobre él en los cursos de lógica y, así, proporcionar
a cada quien la lógica que realmente pudiese ser de su interés y beneficio. Mi
objetivo no era, exactamente, el de buscar disminuir ese índice mediante una
metodología pedagógica accesible a un mayor número de estudiantes, sino el
establecimiento de variables que permitiera atender no sólo a la mayoría, sino
a diferentes tipos de minorías.
Por otra parte, en tanto que un curso formal de lógica proposicional, del
mismo modo que muchos cursos de matemáticas “vacunan” a los estudiantes para
siempre en contra de la matemática y la lógica, existen en esos mismos cursos
algunos estudiantes que manifiestan su frustración en virtud de haber conocido
la lógica “demasiado tarde”. Todavía recuerdo la ocasión en que un estudiante
de la UACM, luego de haber descubierto la lógica en el curso de uno de mis
compañeros profesores, incorporado al taller que yo impartía para la
preparación para las Olimpíadas de Lógica, me preguntó por qué nunca nadie le
había hablado antes de algo tan sorprendente como la lógica. Ella había sido un
descubrimiento significativo en su vida y la pregunta se refería a por qué no
existe una asignatura de lógica como tal en los niveles inferiores del aprendizaje.
¿Por qué había tenido que esperar hasta los 18 o 20 años para conocerla? Yo le
respondí que en la preparatoria de la UNAM entiendo que se imparte lógica
proposicional. Sin embargo, para mis adentros me estaba haciendo las preguntas
relevantes: ¿desde qué edad requiere este tipo de estudiantes un curso de
lógica y cuál es ese tipo de estudiantes?
Mis inquietudes anteriores sobre el desinterés y sobre todo la aversión
y el prejuicio que muchos estudiantes manifiestan respecto de la lógica, junto al
asombro y la fascinación que inspira a otros pocos estudiantes, me inducían a
considerar cómo reconocer las diferentes variables que inducen al fracaso y al
éxito académico en un curso de lógica. Me centré para ello en la identificación
de diferentes habilidades lógicas que, ejercidas por diversidad de estudiantes
normalmente tratados uniformemente en una misma clase, requieren abordajes
también diferentes.
Un supuesto que puede sustentarse en muchas ocasiones
frente al fracaso académico generalizado de un curso es que el profesor a cargo
está presuponiendo en los estudiantes habilidades o conocimientos previos de
los que, de hecho, los estudiantes carecen. Esta posibilidad puede solventarse
identificando las habilidades o contenidos en cuestión y proponiendo un curso
más básico. Sin embargo, es importante señalar que el fracaso académico de un
estudiante en un curso de lógica no siempre se debe a que el profesor da por
supuesto demasiado. Errores de este tipo son frecuentes y ocurren cuando el
profesor plantea desde el principio un sistema formal, a estudiantes cuyo
pensamiento es fuertemente contenido-dependiente y no realizan naturalmente el
desplazamiento al principio formal. En ocasiones, por el contrario, el error es
el inverso, al proporcionar esquemas informales a estudiantes capacitados para
el empleo sintáctico de estructuras formales.
[128]
Un examen diagnóstico al inicio del curso podría ser de utilidad para
solventar estos errores. Si el resultado es una población mixta, con
capacidades alternativas, se deberían implementar recursos diferentes para las
dos poblaciones.
Por otro lado, indiqué que los cursos estándar de lógica, del mismo modo
que asignaturas en matemáticas, en ocasiones “vacunan” a algunos estudiantes no
sólo a causa de la carencia de ciertas habilidades que el curso presupone,
sino, por el contrario, debido a sus capacidades. Este caso es más frecuente de
lo que se cree, y suele desalentar estudiantes que son potencialmente buenos en
el área, con el agravante de que el desarrollo saludable de los estudiantes
desalentados, a menudo, requeriría su pertenencia al área en la que se los está
relegando.
Quisiera mencionar el caso de dos estudiantes de matemáticas, uno en el
nivel primaria, el otro durante secundaria y
preparatoria. El primer caso es el de un niño cuyas intuiciones matemáticas le
permitían, ante un problema estándar de primaria, proporcionar inmediatamente
el resultado. Cuando la maestra le interrogaba sobre cómo había alcanzado el
resultado él sencillamente respondía que ese era el resultado. Por supuesto, el
pequeño estaba llevando a cabo los cálculos relevantes, ya que de otro modo no
hubiese llegado a las respuestas correctas, pero la velocidad con que lo hacía
le impedía advertir el procedimiento, por lo que la maestra concluía que se
había “copiado”, y fue eventualmente expulsado de la escuela. El segundo caso
es el de un estudiante de 21 años que me manifestó su incapacidad para mantener
la atención, a lo largo de toda su infancia y adolescencia, en toda clase de
matemáticas, debido a que todo lo que se planteaba en el curso se le hacía
excesivamente trivial. Esto lo llevaba a una incapacidad generalizada de
prestar atención durante la clase.
La primera conclusión que puede extraerse hasta aquí es que, cuando se
trata, como ocurre habitualmente, de casos de fracaso motivados por la
sobre-expectativa del docente, es decir, cuando el docente presupone
erróneamente que todos los estudiantes tienen ciertas capacidades de modo
uniforme, exámenes diagnósticos apropiados podrían ayudar a mejorar los
procedimientos para encarar el curso.
El que las capacidades inferenciales sean
contexto-dependientes en la mayor parte de la población, es decir, el que
normalmente los individuos aprendan sus capacidades de argumentación en contextos
con contenidos específicos, sugiere que un curso de lógica sería más exitoso si
proporcionara al estudiante la lógica aplicada a áreas de contenido que fuesen
de interés para los estudiantes en cuestión. Este procedimiento debería
alcanzar resultados estadísticamente exitosos, pero mejoraría si se detectara
diferencialmente la variable que identifica a los estudiantes con capacidades
formales e inferenciales de carácter simbólico, por
encima de su capacidad de comprensión semántica del contexto.
Sin embargo, este procedimiento, que identifica básicamente dos
poblaciones para las cuales pueden desarrollarse estrategias generales
adecuadas, fracasa a la hora de identificar individuos cuya forma de
aprendizaje no se adapta a ninguna de las dos anteriores: en particular,
individuos para los cuales las expectativas del docente no son
sobre-expectativas sino expectativas demasiado bajas o, en otras ocasiones,
expectativas diferentes. Así, el mismo procedimiento que puede producir
resultados estadísticos favorables inducirá a la exclusión de ciertos
estudiantes que podría ser de interés captar, no sólo en nombre del desarrollo
de la lógica, sino justamente porque tendrían especial disponibilidad para
ella, en las condiciones adecuadas.
Algunas capacidades que, considero, contribuyen a la comprensión de la
lógica y que, sin embargo, suelen producir fracaso académico en el área, son
las siguientes:
a) Transferencia de área:
Algunos individuos tienen la
capacidad de llevar a cabo la transferencia naturalmente de un área a otra. Normalmente, esta capacidad —que a
veces se ha incluido dentro de lo que se denomina vagamente “pensamiento
lateral”— tiene varias consecuencias conductuales en el estudiante:
I) El estudiante identifica más fácilmente los patrones semánticos comunes
a ciertas áreas, por lo que visualiza el enfoque formal y resulta desalentado
[129] por la exposición de la lógica como dependiente de contenido y el tener
que trabajar con ejemplos concretos. La impresión que tiene es que se está
perdiendo tiempo en información irrelevante.
II) El estudiante naturalmente transmite los patrones a otras áreas
proponiendo ejemplos que a menudo el profesor considera irrelevantes o fuera de
lugar. Los ejemplos se ven particularmente irrelevantes cuando el patrón que el
estudiante transmite no es el patrón lógico que se está trabajando (por
ejemplo, el Modus Ponens),
sino un patrón subyacente lógico o no lógico que el profesor está empleando.
Así, el estudiante suele verse en el mejor de los casos, como disperso, en el
peor, como incapaz de reconocer el tema de la clase.
b) Intuición semántica: Algunas personas tienen especialmente
desarrollada la capacidad semántica o una gran velocidad en la inferencia
semántica. Esta habilidad no se identifica con la anterior de llevar a cabo la
transferencia a nuevas áreas de contenido. En este caso el individuo, ante una
forma de razonamiento ve
inmediatamente la validez o invalidez del esquema. Sin embargo, esta “gestalt” no supone identificar los métodos que llevan al resultado.
Cuando el profesor solicita al estudiante que desarrolle la prueba, el
estudiante puede no tenerla clara en absoluto, o bien omitir numerosos pasos,
que considera triviales.
En estos casos, también el estudiante se ve desalentado por lo que considera
una excesiva lentitud del curso, que se detiene en procedimientos triviales, y,
por otra parte, a menudo no alcanza a aprender ni a aplicar bien esos
procedimientos, por lo que las calificaciones resultantes suelen ser también
desalentadoras. Estos factores suelen producir deserción.
c) Seguimiento de reglas: En este caso el estudiante tiene una
velocidad mucho mayor en el desarrollo de la prueba sintáctica de validez.
d) Pensamiento
alternativo: Estos estudiantes,
muy poco reconocidos, son quienes tienen una forma de pensar radicalmente
diferente de la habitual, de tal manera que sus modos de trabajo y prueba no
siguen los procedimientos exigidos por el docente. En matemáticas, normalmente
se los reprueba por no haber seguido el procedimiento, pero puede re
conocérselos por llegar, en general, al resultado. En lógica es más
problemático su reconocimiento, porque en general el procedimiento es lo que se
está solicitando, y es justamente lo que modifican.
e) Pensamiento
filosófico: También deben tenerse en cuenta los individuos que tardan más
en entender porque tienen un pensamiento más profundo y se están preguntando,
más allá del procedimiento que se les enseña, el porqué de la validez del
método, o el significado de lo que se les está diciendo. En algunos casos el
estudiante, si es muy veloz para la lógica, o muy intuitivo, puede hacerse
estas preguntas sin retrasarse respecto de las exigencias del curso. En otras
ocasiones, sin embargo, ello no ocurre; el estudiante pierde el hilo de las
inferencias del docente y acaba por abandonar el curso. Estos individuos pueden
identificarse por hacer preguntas que al profesor le resultan irrelevantes y lo
desesperan, pero que no son del tipo “¿cómo dijo, profesor, que se resuelve?” sino
“¿por qué se resuelve así?” o “¿no podría resolverse de esta otra manera?”.
La importancia de la detección de estas capacidades radica en que
producen un alto índice de deserción entre personas que tienen una disposición
peculiar para la lógica. Detectarlas es un primer paso para comenzar a resolver
el problema. Sin embargo, no es un paso suficiente, ya que el hecho de que el
profesor detecte la capacidad del estudiante y la reconozca no es en general
suficiente para que el individuo deje de “aburrirse” en el curso y termine por
abandonarlo. Las estrategias de apoyo, como poner al estudiante a exponer temas
en clase, o darle más tarea que a los demás, suelen ser insuficientes.
Todos estos factores, entre otros no identificados, arrojan como
resultado una minoría heterogénea que reprueba las clases de lógica o, más
frecuentemente, se frustra antes y las abandona.
Desde una perspectiva más general, el problema del fracaso académico de
ciertas minorías no es, por supuesto, exclusivo de la lógica. Puede verse como
una consecuencia natural de una forma global de enseñanza que favorece el
aprendizaje de las mayorías induciendo, indefectiblemente, el fracaso [130]
escolar en toda minoría que, por una razón u otra, no se adapte a las formas de
aprendizaje del estudiante promedio.
La forma masiva de enseñanza ha llegado a reconocer el derecho a la
educación diferencial a las minorías que no alcanzan los resultados esperados a
causa de alguna carencia. El estudiante con menor capacidad que, si fuese
tratado con los criterios del estudiante promedio, se frustraría, con el
consecuente daño emocional que ello implica, tiene alguna expectativa de ser
reconocido y eventualmente apoyado. Aunque el sistema no siempre funciona
adecuadamente, existe por lo menos la figura de ayuda psicopedagógica mediante
la cual podría acceder al apoyo adecuado. Sin embargo, como el sistema confunde
indefectiblemente el no alcanzar los resultados esperados con la carencia de
capacidades, las minorías enumeradas arriba no pueden ser tratadas de manera
diferencial. Si fracasan se presupone que son un caso de carencia de
habilidades o conocimientos. Cuando un pedagogo o psicólogo se refiere a
estudiantes con sobrecapacidad en algún área supone, por lo general, que el estudiante
destacará por encima de los otros. Implícitamente se da a entender, por otra
parte, que contar con más “capacidades” o ser más ”rápido” es una “ventaja” del
estudiante sobre el resto, por lo que no debiera concedérsele ninguna atención
especial, sino lo contrario. La frustración a la que, en general, el sistema
induce a estas minorías, produce el consecuente daño emocional que en estos
casos es peor que en el caso de las minorías anteriores. El individuo que tiene
menor capacidad para una materia en particular, si se frustra, tiene la
oportunidad de dedicarse a otra para la que esté mejor capacitado. En este
caso, en cambio, se trata de que la persona se frustre y abandone justamente el
ámbito en el que su desarrollo le proporcionaría mayor satisfacción personal.
En términos generales, quisiera defender que en ningún ámbito educativo
puede esperarse que los mismos métodos proporcionen los mismos resultados para
todos, porque las personas son diferentes y sus formas de aprendizaje lo son
también. La variabilidad genética, principio esencial para la supervivencia de
la especie, que nos proporcio na
diversidad en cientos de caracteres biológicos, tiene como consecuencia que las
personas seamos distintas en aspectos que serán relevantes no sólo para nuestra
conducta, sino igualmente a la hora del aprendizaje, y ello implica que
cualquier método uniforme destinado a tener éxito para la mayoría, excluirá una
minoría. Esta minoría no es necesariamente ni probablemente —como usualmente el
maestro presupone— la de las personas menos capacitadas, menos preparadas o con
menos conocimientos. Indudablemente dicha minoría incluye algunas personas con
capacidades genéticas dentro del índice estadístico de lo “normal”, y que por
razones circunstanciales —sociales, económicas, familiares, etc.— no desarrollaron bien esas capacidades o no adquirieron
los conocimientos. Pero la variabilidad genética nos indica otro tipo de
individuos, dentro de esa minoría, que no son los que tienen menores
capacidades o menos formación, sino capacidades distintas. Dicha variabilidad
genética asegura, por supuesto, la misma diversidad en caracteres tan complejos
como los que constituyen nuestro pensamiento y no es de esperarse que un único
método o procedimiento funcione para todos.
En particular, la asignatura de lógica en México ha
podido experimentar muchos cambios que creo se están introduciendo con éxito
gracias a la contribución de los desarrollos del Encuentro Internacional de Didáctica de la Lógica. La importancia
de estos cambios radica, en gran parte, en que los métodos estándar para la
enseñanza de la lógica no eran los apropiados para la media de la población, lo
que producía un alto índice de deserción. Ideas novedosas como la de la lógica
informal, que contribuye al desarrollo de un pensamiento lógico dependiente de
contenido, están funcionando bien para la mejora de los cursos en general. Sin
embargo, como dije, un método uniforme que da mejores resultados para la
mayoría tiende a excluir a las minorías con formas de aprendizaje diferente. El
aprendizaje del pensamiento lógico es especialmente sensible a las diferencias
individuales. Una velocidad inferencial levemente
mayor o menor, por poner un ejemplo, a menudo dificulta al estudiante seguir el
curso de manera apropiada.
[131]
Lo mismo puede ocurrir con diferencias menores en la
capacidad de concentración del estudiante. Ante esta problemática me adelanto a
decir que no tengo la solución, ni puede haber una respuesta general. Las
soluciones parciales debieran tomar en cuenta no sólo la existencia de
minorías, sino el hecho de que, al interior de una minoría —digamos— que
fracase en un curso de lógica, no existe una característica general tomando en
cuenta la cual podría rescatárselos. La característica no es, por ejemplo, que
estén más atrasados, o que piensan más despacio, y la solución no es ir más
despacio, repetir las cosas o poner muchos ejemplos. Los individuos
pertenecientes a la minoría en cuestión poseerán motivos de fracaso diferentes,
rasgos genéticos y formacionales distintos y, por lo
tanto, su proceso de aprendizaje lo será también.
4. Una
propuesta para niños
En este texto quisiera dedicarme al estudio de algunas minorías que, por
su forma diferente de pensamiento y aprendizaje, son particularmente proclives al
fracaso académico.
No puedo en este momento proporcionar una solución para las minorías
mencionadas, ni siquiera para aquellas minorías que padecen fracaso académico
en lógica. Dentro de estas últimas, debería centrarme en aquellas minorías que
padecen fracaso académico en lógica por sobrecapacidad, en oposición a las que
padecen fracaso académico por carencias de formación previa. Sin embargo, ya
indiqué que estas minorías carecen de un rasgo genérico a partir del cual
manejarlas.
Lo que propongo, por el momento, es que algunos de estos estudiantes con
alguna capacidad de las mencionadas podrían mejor ser rescatados en etapas
anteriores, ya que sus capacidades desarrolladas provienen de capacidades
temporalmente anteriores.
Hacía ya tiempo que yo tenía la sospecha fundada en apreciaciones no
sistemáticas de varios niños, de que una buena cantidad de ellos tiene por lo
menos dos capacidades que frecuentemente se les ha negado:
a) La capacidad de argumentar, desarrollando argumentos bien fundados en
favor de sus tesis, y b) el interés y capacidad por las abstracciones
simbólicas de la lógica formal.
Lo que voy a sostener es que existe un subconjunto de la población
infantil, con una probabilidad cercana al 80% de padecer fracaso escolar, que
se beneficiaría enormemente con un curso de lógica formal. Este curso debiera,
por supuesto, diseñarse especialmente para satisfacer las formas de aprendizaje
de estos niños considerando su diversidad.
Más exactamente, voy a sostener que una minoría ubicada entre los 8 y
los 12 años podría ser rescatada del fracaso escolar mediante estudios de este
tipo, en donde considero especialmente importante el que la lógica impartida
sea de carácter formal. Esta tesis se basa en una investigación que llevé a
cabo entre el 2010 y el 2011.
La oportunidad se presentó cuando una institución privada que apenas
estaba abriendo una gama de cursos destinados a infantes con capacidades
especiales, aceptó que yo incluyera entre esos cursos uno de lógica formal. Los
pequeños que llegaban a esos cursos habían sido diagnosticados como
superdotados, lo que significa, en la terminología psicológica habitual, un IQ
≥ 130.
La selección de niños con esta característica no fue intencional.
Acostumbrada a estudiantes adultos, hasta el momento no me había planteado
nunca la posibilidad de encarar un curso enfocado a pequeños. Sin embargo, por
un lado, las tesis anteriores que ya había formulado explícitamente en
ocasiones, requerían una oportunidad que en general no se deseaba concederles y
un sustento empírico que nadie parecía dispuesto a otorgarles. Por otra parte,
incidentalmente entablé relación con personas de dicha institución, cuyo
optimismo respecto de las capacidades de sus estudiantes excedía las mías.
Consideraba, por su parte, que los niños de su institución tenían una capacidad
de aprendizaje similar a la de cualquier adulto normal, lo que significaba que
su enseñanza podía solventarse sin más con materiales y procedimientos
didácticos habitualmente destinados a estudiantes de preparatoria y universitarios.
En ese marco, consideré la posibilidad de impartir, de modo experimental, un
curso de lógica simbólica, cuya adecuación a las [132] edades correspondientes
tendría que ir improvisando. No encontré prácticamente material pedagógico
adecuado, debido, sobre todo, a que la meta era, de entrada, que el curso se
impartiera a un nivel estrictamente formal.
5. La noción
de superdotación intelectual
El concepto de “superdotación” es, para comenzar, un concepto
problemático. El índice de IQ (coeficiente intelectual) tiene, entre muchas
características problemáticas, las siguientes:
a) Es un índice que resulta del promedio de la valoración
de una serie de capacidades diversas. Así, la valoración de diferentes
habilidades que permitirían valorar la diversidad de una población, cuando se
reúne en un único número, permite considerar la “normalidad” de una persona o
su rango de proximidad a lo normal. Se denomina “normal” el IQ que presenta la
mayoría de la gente y el valor se establece en 100. Un individuo humano con IQ
< 70 se considera con alguna deficiencia intelectual. Un 20% de la población
manifiesta un IQ ≥ 120, y se considera de “inteligencia superior”. Las personas
con más de 130 se denominan “superdotadas” y alcanzan aproximadamente un 2% de
la población. Esta “superdotación”, sin embargo, en tanto que es un promedio de
habilidades diferentes, permite una enorme variabilidad dentro de la clase. De
manera estadística suele indicarse que los niños pertenecientes a esta clase
padecen problemas de adaptación social y/o académica. Sin embargo, ello no
significa que pueda haber una misma solución pedagógica o psicopedagógica para
todos ellos.
b) En segundo lugar, existen test diferentes, la
aplicación de los cuales proporciona medidas diferentes para un mismo
individuo. Un niño puede ser considerado superdotado según una batería de test,
y normal, o incluso deficiente, según otras pruebas.
c) Otra dificultad es que las pruebas particulares
tienen, entre sí, diferentes índices de covariabilidad,
lo que significa que varios test valoran, en parte, una misma habilidad. Ello
puede hacer que algunas habilidades puedan quedar sobrevaloradas sobre otras,
además de que existe la alta probabilidad de que existan otras capacidades más
básicas o simple mente diferentes, que no se están evaluando y que modificarían
los resultados de las pruebas.
d) Es igualmente importante señalar que, por un lado,
muchas pruebas son cultural y lingüísticamente dependientes, lo que significa
que una persona que no conozca bien el idioma en el que se lo valora o la
cultura del país obtendrá resultados ficticiamente deficientes. Esto puede
resolverse en parte considerando las variables lingüísticas y culturales. Sin
embargo, un problema más difícil de superar es el hecho de que muchas pruebas
son sumamente dependientes de la etapa formativa del individuo. Así, en tanto
que algunos test permiten valorar mejor capacidades innatas y poco sensibles al
desarrollo psicosocial del individuo, otros son contexto-dependientes y sus
valores pueden ser modificados notoriamente con un buen entrenamiento.
Todo esto hace que el índice deba tomarse con cuidado. Sin embargo, para
los propósitos del presente trabajo, lo tomamos como un dato importante a
considerar, a pesar de las problemáticas antedichas.
La primera población a la que dirigí mis cursos
presentaba esta característica no por mi elección, sino porque fue la que tuve
a mi disposición. La prueba de inteligencia con la que se los había
identificado fue el Test de Raven coloreado, una
prueba especialmente independiente de contexto, con muy poca variabilidad
respecto del entrenamiento en las pruebas particulares y no dependiente del
idioma. Por esta razón, es necesario considerar la probabilidad de que, a pesar
de los resguardos con que debe tomarse el índice, exista una correlación entre
este y el éxito que alcanzaron los cursos de lógica en la población infantil
con la que trabajé. Añadiré información sobre el punto más adelante. Hubiera
sido conveniente desde el punto de vista epistémico, pero podría haber
implicado algunos problemas éticos, impartir un curso similar a un grupo de
control. De todas maneras no tuve esa posibilidad.
6. La
problemática del niño superdotado
La bibliografía especializada en superdotación, a pesar de las enormes
variaciones de resultados que [133] pueden hallarse de un test a otro, indican
un porcentaje —que a menudo se considera en un 80%— de déficit de aprendizaje y
problemas de adaptación psicosocial en los niños con esta característica.
Estos problemas se presentan de modo diferente en diferentes niños, ya
que, como indiqué, estos niños, como todos, difieren en sus capacidades, lo que
significa que el índice de superdotación puede deberse a capacidades que
divergen de un niño a otro. Sin embargo, en la mayoría de los casos podemos
hallar un desfase entre el desarrollo intelectual y emocional del niño, lo que
produce dificultades en la interacción con el medio. Por otra parte, las
manifestaciones conductuales del niño, que son diferentes de los del niño
estándar —por ejemplo, se interesan por cosas diferentes o su vocabulario es
distinto— produce —al igual que cualquier otro tipo de diferencia, como
deficiencias o diferencias físicas— rechazo social entre infantes de su edad y
a menudo también rechazo del docente, entre otros tipos de exclusión. En
algunos casos, la dificultad se acrecienta debido a un desarrollo diferencial
del pequeño de algunas de sus capacidades, que normalmente se valoran en los
test, sin un desarrollo similar o con un desarrollo menor del estándar de las
capacidades sociales, capacidades que normalmente no se valoran en los test.
Estas dificultades producen normalmente problemas de autoestima, así
como un desinterés por la enseñanza escolarizada, que no se ajusta a sus
necesidades ni intelectuales ni psicológicas.
Mi propuesta, en este marco, fue que un curso de
lógica formal podría interesar y ayudar particularmente a por lo menos algunos
de estos pequeños, que suelen tener interés por las formulaciones simbólicas y
por el razonamiento.
7. Descripción
del primer grupo de cursos experimentales
La oportunidad se presentó en un período entre el segundo semestre del
2010 y el primero del 2011, cuando tuve la ocasión de impartir,
experimentalmente, clases de lógica formal, en particular proposicional, a
niños de entre 4 y 12 años de edad. La población analizada consistió en un ir y
venir sumamente inestable de estudiantes que alcanzaron aproximadamente un
centenar el segundo semestre. Impartí clases a un grupo de aproximadamente 16
estudiantes de entre 7 y 11 años en el primer semestre. “Aproximadamente” es un
adjetivo necesario, ya que los ingresos y egresos de infantes eran continuos
por razones propias de la institución que no cabe mencionar aquí.
Durante el segundo semestre, en que la escuela había crecido mucho, se
trabajó con los mismos niños, más una gran cantidad de estudiantes nuevos que
iban y venían. Se formaron cuatro cursos, uno de niños de entre 4 y 6 años
(aproximadamente 10 niños), y tres cursos de niños entre 8 y 12 años de edad,
siendo la mayoría de los estudiantes de entre 8 y 10 años (20 estudiantes en
cada curso). Los temas impartidos fueron los mismos. Algunos de los niños
provenían del semestre anterior, otros eran nuevos en la institución y se les
presentaba los conceptos por primera vez. Las bajas y altas de los niños, así
como cambios de grupo, contribuyeron a cierta inestabilidad que impidió extraer
resultados más precisos.
Los contenidos de los cursos fueron los siguientes:
I. Idea de lógica.
II. Idea de argumento y su función en la solución de conflictos.
III. Idea de variable.
IV. Conectivas lógicas: conjunción, disyunción, negación, condicional y bicondicional.
V. Símbolos para las conectivas.
VI. Noción de las conectivas en el lenguaje natural.
VII. Condiciones de verdad de cada conectiva y tabla de verdad
correspondiente.
VIII. Tablas de verdad con dos y tres conectivas.
IX. Resolución de tablas de verdad a partir de las tablas de definición
de las conectivas.
8. Algunos
resultados cualitativos y cuantitativos del primer grupo de cursos
El curso despertó un entusiasmo peculiar en los niños. 3 de los 16 niños
se interesaron especialmente por la lógica por encima de todas las demás
materias impartidas en la institución.
En general, todo [134] el curso comprendió la idea intuitiva de las
conectivas lógicas. A partir de los 8 años, los niños manifiestan la capacidad
de comprender la construcción algorítmica de las tablas de verdad, como función
de sus componentes y a partir de las definiciones de las conectivas dadas en
las tablas simples. Sólo un niño de 7 años llevó a cabo los algoritmos sin
problema. Los niños mayores, de 12 años, manifestaron una mejor comprensión de
la semántica de las tablas de verdad, de manera que entienden las tablas por su
significado intuitivo, en tanto que en las edades anteriores la realización de
las tablas se lleva a cabo más por la aplicación mecánica de las condiciones veritativas de las tablas definicionales de las conectivas
que por el sentido de éstas. Hubo un único niño de 8 años que comprendía las
intuiciones semánticas al mismo nivel que los niños de 12. A este pequeño se le
hacía más fácil la resolución de las tablas de verdad por las intuiciones
semánticas, que por la aplicación algorítmica de las tablas básicas de verdad
de las conectivas.
En las tablas que anexo (Imagen 1 y 2) pueden verse los resultados de la
aplicación de una prueba a dos de los cursos que tuve el segundo semestre, que
allí denomino Grupos 2 y 3. El 3 es el más avanzado, debido a que la mayoría de
sus estudiantes cursan su segundo semestre en lógica. Los resultados
cualitativos muestran lo siguiente:
En el Grupo 1, 8 de un total de 15 niños obtuvieron una calificación
superior al 57 %, de los cuales 2 lograron un 71% y 2 un 85%. Es importante
señalar que las preguntas debían ser respondidas entre cinco posibles
respuestas, lo que descarta la posibilidad de que la mayoría de los estudiantes
respondiera al azar. Esto significa que un 53% de los niños, es decir, poco más
del 50% manifestó capacidad para el aprendizaje de lógica formal. No es un alto
índice de aprendizaje en un curso “normal”, pero si se considera que se está
valorando si existe la posibilidad del aprendizaje de lógica formal a edades
menores a los 12 años, el que la mitad de los niños haya reaccionado de forma
favorable resulta bastante alentador.
Por otra parte, el Grupo 2 reunía a los estudiantes que en un examen
diagnóstico inicial habían resultado los mejor valorados, la mayoría de los
cuales (83%) provenía del semestre anterior, a diferencia del Grupo 1, en el
que sólo el 40% provenía del curso anterior. En este caso 9 de los 12
estudiantes valorados (es decir, el 75%) alcanzaron el 60% de la puntuación,
entre los cuales 2 alcanzaron el 90% y 2 el 100%. Este examen tenía un nivel de
dificultad mayor. Por otra parte, 3 de las 10 preguntas requerían la
realización de tablas de verdad, por lo que la respuesta no era cerrada a
alternativas. Además, 4 de los 12 estudiantes no sólo identificaron las
conectivas en las 7 primeras preguntas, sino que también simbolizaron los
enunciados, lo que excluye la posibilidad de respuestas al azar. Así, el
resultado de que el 75% de los estudiantes del curso manifestara conocimientos
de lógica, sin posibilidad de aciertos azarosos, resulta notorio.
Finalmente, si consideramos de los dos grupos aquellos
estudiantes que están cursando su segundo semestre de lógica, es decir, si
tomamos en cuenta los niños que llevan un año de estudios, los resultados son
los siguientes:
Núm.
de estudiantes |
12 (80%) |
1 (7 %) |
2 (13%) |
Porcentaje
de aciertos |
100-57% |
50% |
30-28% |
Es decir, el 80% de los estudiantes con estudios de lógica de dos
semestres demostraron tener conocimientos de los contenidos del curso y sólo un
13 % no adquirió conocimientos.
9. Segundo
grupo de cursos
Un segundo experimento se llevó a cabo en la UACM. Se convocó a niños
con los siguientes criterios:
a) Niños cuyos padres o tíos —estudiantes de la UACM— me habían
manifestado problemas de adaptación de los niños a las instituciones educativas
de nivel preescolar y primario, y cuyas dificultades respondían a cierta
tipología psicológica general del niño con sobrecapacidad. Los niños estaban
padeciendo de los problemas habituales de autoestima que acarrea la falta de
adaptación a los medios educativos y los papás se interesaron en un espacio
alternativo de desarrollo para ellos.
[135]
b) Hijos o sobrinos de estudiantes de la UACM interesados
en la lógica y con peculiar capacidad para ella, e interesados en desarrollar
las capacidades de sus pequeños.
c) Niños que, habiendo dejado la escuela particular
mencionada anteriormente, tenían interés por la lógica y se incorporaron al
curso.
Los integrantes de estos grupos no están evaluados como superdotados,
excepto los últimos mencionados (tres niños). Luego de acabado el curso tuve la
oportunidad de valorar una de las niñas más pequeñas, que resultó con un IQ de
128, lo que la cataloga con el nivel que denominé anteriormente “inteligencia
superior”.
Se conformaron dos cursos. El primer grupo, más pequeño, estuvo
compuesto por tres niñas, dos de 5 años de edad, una de 6. Se impartieron las
nociones correspondientes a las tablas de verdad de todas las conectivas.
El grupo más numeroso contó con cinco niños de sexo masculino, uno de 7
años, uno de 9, dos de 10 y uno de 11 años, y brevemente por una niña de 11
años. Con los niños más avanzados se llegó a trabajar los temas:
I. Noción de razonamiento.
II. Reglas de inferencia con lenguaje proposicional.
III. Prueba formal de validez.
10. Resultados
de los estudios en la UACM
Las niñas del grupo de menor edad, aún sin saber escribir y leer dos de
ellas, comprendieron las nociones. Una conclusión muy interesante del estudio
es que las pequeñas de 5 años, a pesar de comprender cabalmente la noción de
negación, como una conectiva que cambia el valor veritativo
del enunciado, no alcanzaron a comprender la doble negación. Esta dificultad
apareció como un límite al menos en el presente experimento.
El grupo más numeroso funcionó menos tiempo, debido a
que inició más tarde y a que todas las actividades debieron suspenderse por la
toma de la universidad. Los niños más avanzados comprendieron de manera
intuitiva la noción de razonamiento y de prueba formal, sin alcanzar la
capacidad de enunciar definiciones al respecto. Mostraron suma facilidad para
comprender las reglas formales de validez de deducción natural, tales como Modus Ponens, Modus Tollens,
o Silogismo Disyuntivo. Comprendieron
pruebas formales de validez sencillas, identificando en ellas las reglas
empleadas y comprendieron algunas estrategias generales de prueba. No dispongo,
en este caso, de pruebas escritas sobre las que construir estadísticas, debido a
que el cierre súbito de las instalaciones impidió que se llevaran a cabo, pero
el experimento es relevante debido a que manifestó la capacidad de por lo menos
algunos niños de desarrollar pruebas formales de validez. Esto es importante,
básicamente, debido a la idea generalizada de que los niños en general no
comprenden ni se interesan por procedimientos formales. Esta es la tesis que en
este momento me propongo refutar.
Conclusiones
generales
1. Los niños calificados como “superdotados” y algunos catalogados como
de “inteligencia superior” están capacitados para el aprendizaje de la lógica
formal y muchos de ellos se sorprenden y se interesan especialmente por la
lógica, aunque no dispongo del porcentaje preciso de quienes se sorprenden y se
interesan por ella, ni sería fácil de obtener. No hay estudios al respecto en niños con inteligencia normal, y
sería importante llevar a cabo un estudio en esa área.
2. La lógica parece despertar en una cantidad no especificada de niños
superdotados una fascinación especial, fascinación que puede ayudarlos
enormemente ante la carencia de motivaciones que la educación estándar les
ofrece.
3. En el texto mencioné una serie de habilidades que predisponen al
fracaso académico en adultos. De ellas, es especialmente clara la habilidad
para el seguimiento de reglas que presentaron los niños analizados. La
intuición semántica se presentaba en general desde los 12 años, excepto por un
niño de 8 años, cuyo discurso manifestaba una comprensión semántica de las
conectivas similar a la [136] comprensión de los niños de 12 años, a la vez que
evidenciaba una mejor comprensión de estas en términos del manejo del algoritmo
de la reproducción de las tablas veritativas básicas.
El mismo niño presenta gran capacidad para la transferencia lateral de patrones
y ciertos ejemplos claros de pensamiento alternativo. El tipo de ejercicios que
se propusieron durante el curso, así como la estrategia pedagógica expositiva
que favorecía la institución, no favorecieron las circunstancias para detectar esta
habilidad de modo sistemático. Por otra parte, lo que denominé “pensamiento
filosófico” es un rasgo considerado característico de la psicología del niño
superdotado. Me refiero al cuestionamiento por el porqué de las cosas, que es
natural en niños de entre 2 y 4 años, pero que en estos niños adquiere una
persistencia especial durante toda la infancia; hay una demanda más exigente
por la respuesta y una disposición a formular teorías explicativas como
respuesta. Así, podemos afirmar que varias de las características que en
adultos favorecen el fracaso académico estaban presentes en estos niños. Ello
no significa, evidentemente, que las características mencionadas dependan del
valor descrito como IQ. Podrían perfectamente aparecer en niños no catalogados como
superdotados, y en esos casos sería —considero— afortunado que el individuo
atendiera a esos intereses desde su infancia. Lo que he mostrado hasta ahora es
que, por lo menos en la clase analizada, hay cierta persistencia de algunos de
estos rasgos, lo que por supuesto implica que —excepto casos excepcionales— se
conservarán en la edad adulta. En consecuencia, además de poder afirmar que (a)
el estudio aporta datos en favor de la enseñanza de la lógica formal para
algunos niños, y que (b) esta enseñanza parece contribuir a la mejora de la
problemática emocional y pedagógica de este tipo de niños, (c) podemos
fácilmente avanzar también la idea de que algunos de estos niños se identifican
con los adultos que padecerán eventualmente problemas de adaptación a los
cursos de lógica estándar. Así, la identificación y enseñanza de estos
individuos a temprana edad —sean o no superdotados— podría contribuir a evitar
los problemas en la edad adulta.
[137]
Bibliografía
Coriat, A. R. (1990) Los
niños superdotados. Barcelona: Herder.
De Bono, E. (2012) El pensamiento lateral. Barcelona: Paidós.
Goleman, D. (2000) Inteligencia
emocional. Barcelona: Kairós.
Ripà, M. (s. f.) Differentiating features of gifted children and
dealing with high IQ societies. Recuperado de: www.academia.edu/Documents/in/Gifted_Children.
Wechsler, D. (1970) La
medida de la inteligencia del adulto. Buenos Aires: edición preliminar.
[138]
Imagen 1
Imagen 2
[1] Agradezco el apoyo para esta investigación por parte de la Secreataría de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal a través
del proyecto PI2014-47