“A Theory of Philosophical Fallacies” de Leonard
Nelson
Reseña
Joaquín
Galindo Castañeda
Universidad de Guadalajara
Centro Universitario
de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento
de Filosofía
Guadalajara,
México
Galindo Castañeda, J. (2016). “A Theory of Philosophical Fallacies” de Leonard Nelson.
Quadripartita
Ratio: Revista de Retórica y Argumentación, 1(1), 170-175. ISSN: 2448-6485
[170]
Nelson, Leonard (2016).
A Theory of Philosophical
Fallacies.
(Traducción al inglés de
Fernando Leal y David Carus).
Dordrecht: Springer.
(211 pp.)
ISBN:
978-3-319-20783-4
Un clásico es un libro que nunca
termina de decir lo que tiene que decir.
Ítalo Calvino
La prestigiosa serie Argumentation Library de la editorial Springer, presenta su más reciente publicación, con la cual
acumula su vigésimo sexto volumen y continúa con su trabajo en traducción de
importantes obras; en este caso, le tocó el turno a Typische Denkfehler in der Philosophie
(A Theory of Philosophical Fallacies) del
filósofo alemán Leonard Nelson.
La singularidad de este
volumen se advierte desde el principio. Tres noticias sobre la obra nos causan
sorpresa, a la vez que espolean nuestra curiosidad. La primera es respecto a su
fecha: contrario a lo que pudiera esperarse, no se trata de la publicación de
una recentísima tesis doctoral sobre aplicaciones de la pragma-dialéctica
a la argumentación filosófica, sino de un escrito que data de 1921. La segunda
es respecto al lugar que la obra ocupa en el área de los estudios sobre argumentación:
nos encontramos con que tampoco es un texto consagrado como un clásico
indiscutible, citado y archiconocido por expertos; por el contrario, nos [171]
enfrentamos a la traducción de una obra editada en alemán en 2011, fruto de la
recuperación de las notas de un curso dictado por el autor hace noventa y
cuatro años, cuyo manuscrito sufrió una historia accidentada, como se detalla
en la introducción de Leal Carretero (Nelson, 2016: 16-17). La tercera, en la
que el asombro raya en la perplejidad, es sobre la identidad del autor: Leonard
Nelson no figura dentro del canon de los teóricos de la argumentación (Handbook of Argumentation Theory, 2014) y su nombre nos llega a través de los
ecos y reflejos de las alusiones que Popper hizo de
él (2008); no obstante, Nelson fue un brillante y prolífico filósofo alemán de
la primera mitad del siglo XX, y sus escritos “recorren toda una amplia gama
que va desde la lógica matemática y la filosofía de las matemáticas, pasando
por la epistemología y la filosofía de las ciencias naturales hasta llegar a la
ética, filosofía política, filosofía del derecho y filosofía de la educación” (Popper, 2008: 7).
Nuestro asombro se aviva ante
el título de la obra, que anuncia nada menos que una teoría de falacias
filosóficas. Como es sabido, ha habido diversas tentativas de tipificar
falacias filosóficas. Éstas se pueden rastrear desde las compendiadas en la
Antigüedad por Sexto Empírico (2009), pasando por la dialéctica trascendental
en la Crítica de la Razón Pura de
Kant (1787/2002) hasta los estudios metafilosóficos
de Rescher (2006) en nuestros días; pero, en todas
ellas, el estudio de las falacias filosóficas es un subproducto de un
determinado sistema o doctrina filosófica, nunca una teoría independiente.
Juzgar si Nelson logró
construir una teoría de las falacias filosóficas nos llevaría demasiado lejos
de los objetivos de esta presentación, pero cualquier juicio sobre este punto
presupondrá una comprensión del carácter peculiar de esta obra.
Dos rasgos son distintivos de
ella: originalidad y profundidad. Hablar de “originalidad y profundidad” parece
una frase hecha. Para disipar este aire de vacuidad, entiendo aquí por
“originalidad” un rasgo preciso: el modo o estrategia para responder a una
pregunta, o a un conjunto de preguntas, que es distinto de los modos al uso. En
otros términos, es una manera nueva de pensar sobre determinadas cuestiones. Y
por “profundidad” léase el plantearse preguntas que nos siguen pareciendo
urgentes y el llamar la atención sobre otras que requerirían plantearse con
igual urgencia. Entendámonos: considerar a una obra no como una pieza de museo,
sino como guía y estímulo para ulteriores investigaciones.
En lo que sigue trataré de
mostrar que A Theory
of Philosophical Fallacies (TPF)
posee originalidad y profundidad en los sentidos estipulados.
Respecto de su originalidad,
debemos primero mostrar, a manera de fondo en que se destaque, las formas y
contenidos que aceptaríamos como familiares, modos al uso en que podría
presentarse un libro que sostenga defender una teoría de las falacias
filosóficas. Y un expediente aún más efectivo sería el de presentar libros de
este tipo que se asemejen lo suficiente a los temas y tesis de la TPF de
Nelson, a fin de poder recortar de este horizonte la auténtica originalidad de
su teoría.
Títulos como “teoría de las
falacias” invitan por hábito mental a pensar en, al menos, una tipología o
clasificación de falacias. Recordemos que Hamblin
(1970: 12), al denunciar la falta de una teoría de las falacias, hizo una
observación sobre la que nadie había reparado antes, a pesar de su obviedad: la
definición de falacia, que se remonta a la tradición aristotélica, señala dos
formas de clasificar las falacias. Ninguna de cuales, como afirma Hamblin (1970), fue seguida por la tradición y hasta en
Aristóteles las encontramos caprichosamente combinadas. En términos más
precisos: (DT) un argumento es falaz si y sólo si parece ser válido pero no lo
es.
El primer criterio de
clasificación de falacias —llamémosle (A)— consiste en
esto: si damos por sentado que tenemos argumentos que parecen válidos, podemos
clasificarlos de acuerdo con lo que hace
que no sean válidos, es decir, buscar criterios de invalidez o
incorrección.
El segundo
criterio de clasificación de falacias —que denominaré (B)—
es éste: si damos por sentado que se trata de argumentos no válidos, podemos
clasificar las falacias de acuerdo a lo que los hace parecer válidos, buscar criterios de apariencia de validez.
[172]
Como vemos, ambos criterios
arrancan de la definición tradicional de falacia, pero nos hacen ir más allá de
su definición. Pensemos en una clasificación de falacias que siga (B): buscará
explicar las causas del error, de la apariencia de validez o, más generalmente,
de que se nos aparezcan como “buenos” argumentos aunque no lo sean. A esta
estrategia general la llamaremos “teorías de tipo B”. La dialéctica
trascendental de la Crítica de la razón
pura podría inscribirse en este camino. En una primera aproximación, la
teoría de Nelson puede ser leída como una teoría de tipo B.
A fin de mostrar el carácter
específico de la teoría de Nelson, imaginaremos dos posibles libros que
defiendan teorías de tipo B para falacias filosóficas y cuyos temas y métodos
nos resulten familiares, incluso trillados y manidos. Para tal efecto,
presentaré dos esquemáticas reseñas de esos libros imaginarios sobre teorías de
falacias filosóficas. Ambos libros se asemejarán estrechamente al libro de
Nelson; cada uno será un sosias de él. Sobre este
trasfondo destacaré los puntos de contraste del libro de Nelson, de manera que
puedan dibujarse mejor su originales trazos.
La esquemática reseña atenderá
a los siguientes criterios: en cuanto al asunto, en cuanto a las herramientas
conceptuales, en cuanto a la composición y estilo, y en cuanto a sus
aplicaciones.
Representémonos la ficha del
primer libro-sosias de Nelson:
Sosias 1 de TPF
Asunto: Una teoría
de clasificación de falacias filosóficas tipo B. El diagnóstico de las falacias
filosóficas es un proceso de trueque conceptual (concept-swapping), cuando “el lenguaje se
va de vacaciones” à la Wittgenstein
(1959/2004); o algún tipo de confusión conceptual, de error categorial à la Ryle
(1959); o no reconocer las opciones lógicas disponibles à la Rescher (2006). Se construye una
taxonomía de falacias filosóficas en la que todas respondan al mismo proceso,
por lo cual hay un sentido en que puede afirmarse que existe una única falacia
filosófica.
Herramientas
conceptuales: lógica, distinción analítico-sintético /
necesario-contingente / a priori-a
posteriori en términos de semántica de mundos posibles, utilización de
diagramas à la Beardsley
(1950), à la Toulmin (1984), o incluso desarrollos de los
diagramas de Sellars (1968), como en Rosenberg (2005).
Composición
y estilo: se reconstruyen argumentos filosóficos que parecen, en principio,
buenos argumentos, pero que resultan falaces a la luz de la teoría y de su
situación dialéctica. A fin de mostrar que la falacia es típica, se toman
argumentos de diversas áreas y periodos históricos, por ejemplo: utilitarismo (Mill); filosofía de las matemáticas (Hilbert);
metafísica (pruebas de la existencia de Dios); argumentos célebres de filósofos
como Spinoza, Leibniz, Descartes, Kant. Está escrito
con un estilo claro (define todos los términos utilizados) y riguroso
(explicita los argumentos).
Aplicaciones: se utiliza esta teoría para
detectar falacias en debates sobre antirrealismo y
relativismos de distinto tipo.
Superficialmente este libro se
parece mucho a la TPF de Nelson pero, como veremos, es también muy distinto de
ella.
Veamos ahora
otra ficha de un libro concebible que pretenda ser una teoría de falacias
filosóficas.
Sosias 2 de TPF
Asunto: Una teoría
de clasificación de falacias de tipo B. El diagnóstico es que las falacias
filosóficas son el producto de un tipo de ilusión trascendental que, aunque
adopta diversas formas, ilustradas profusamente en el libro, se reduce, en
última instancia, a reemplazar un juicio sintético por uno analítico.
Herramientas
conceptuales: silogística; catálogo tradicional de falacias, en
particular “falacia de equivocación” y quaternio terminorum; distinción kantiana entre juicios
analíticos y sintéticos; diagramas que operan sobre el cuadrado tradicional de
oposición, destacando las relaciones de contradicción y contrariedad entre
juicios.
Composición
y estilo: Se ilustra la comisión de la falacia en obras filosóficas clásicas y
contemporáneas, pero también en obras de autores científicos (Mach y Einstein)
o matemáticos (Gauss, [173] Lobachevsky, Riemman, Helmholtz). Un estilo
erudito que acompaña sus interpretaciones con las debidas citas y aparato
crítico.
Aplicaciones: ataque a la filosofía que
pretende fundarse en la intuición.
Este sosias de Nelson podría parecer menos
atractivo para el lector moderno, pero su forma de proceder no nos resultará
del todo peregrina. Sus rasgos generales aún nos son familiares.
Estos
dos libros imaginarios comparten algunas tesis y algunos métodos con la TPF de Nelson;
tienen cierto aire de familia. Para una lectura anacrónica de la TPF, su
semejanza con el sosias 1 es extraordinaria; para una lectura superficial, la
teoría de Nelson casa perfectamente con el sosias 2. Ambas lecturas se
equivocan.
Veamos
emerger algunos rasgos distintivos de TPF frente a los modelos trillados sosias
1 y 2.
Asunto: Lo primero
que requiere ser destacado es que Nelson se hace preguntas previas a la
teorización sobre las falacias filosóficas:
¿Cuál
es el papel de la argumentación en filosofía?
Y ¿cuál debe ser su papel (lección
I)?
¿Por
qué existe una tendencia de muchos filósofos a no poner atención a los
argumentos, a despreciar los argumentos, tanto en 1921 como en el 2016? ¿Cómo
explicar esta tendencia que parece acompañar la historia de la filosofía
(lección II)?
Dentro
de la tendencia opuesta, la que pone especial atención a la argumentación,
¿cuál es el papel que juega la lógica en la argumentación (lección IV)?
Si
bien es cierto que las falacias filosóficas analizadas por Nelson surgen de un
proceso de intercambio conceptual (concept-swapping fallacies), como en
el sosias 1, no menos cierto es que para Nelson la causa no es un “embrujo del
lenguaje”, sino la situación dialéctica en la que se encuentran insertos los
argumentos (lección XII).
Vemos
emerger la falacia en los más diversos debates, desde la defensa del principio
de utilidad, hasta discusiones sobre los fundamentos de las matemáticas; la
variedad de ejemplos es reducida por el aliento teórico de encontrar un
principio que explique las prestidigitaciones conceptuales de las que son
producto (lección XX).
El
diagnóstico que da Nelson de las falacias filosóficas estudiadas es el
siguiente: se reemplaza un concepto dado por uno inventado, con el resultado de
que parece que hemos probado un
juicio sintético pero con la fuerza de uno analítico que, de hecho, es una mera
definición nominal (lección XX).
Herramientas conceptuales: Es cierto
que en TPF se utiliza terminología del aparato de la lógica tradicional y se
habla de falacia de equivocación o quaternio terminorum, como en el sosias 2, pero esto no implica
que se asuma que los argumentos filosóficos tienen forma silogística (Introducción de Leal en Nelson, 2016:
11), dada la variedad de los ejemplos que revisten las más diversas formas
lógicas.
Las
distinciones kantianas son objeto de exégesis (lección VI) y no se admiten
acríticamente, como en el sosias 2; y si hubiera alguna duda, en el apéndice se
estudian siete falacias kantianas (Nelson, 2016: 203-211).
Por
último, sus diagramas son completamente distintos a los que la teoría de la
argumentación nos tiene acostumbrados, desde Beardsley
(1950), Copi (2004), Toulmin
(1984) hasta van Eemeren, Grootendorst
(2002), como en el sosias 1. Son difíciles de caracterizar. Me atrevo a decir
que son como una instantánea lógica. Retratan el estado de una discusión
comprometida con ciertos supuestos; sus líneas representan en el espacio lógico
las relaciones de contrariedad (hoy diríamos “incompatibilidad α I β”),
implicación y contradicción; con estas humildes herramientas dibujan el
callejón lógico al que están condenados algunos debates filosóficos. Dada su
elegancia y perspicuidad lógica, si se parecen a algún tipo de diagrama en la
tradición anglosajona, me aventuro a apuntar que es a los de Sellars en Science and Metaphysics: Variations on Kantian Themes
(1968).
Composición y estilo: La tipicidad
de una falacia no se demuestra sólo con tomar ejemplos de distintas ramas de la
filosofía, como en el sosias 1, sino, tal como hace Nelson, tomando argumentos
que parecen buenos en debates centrales (por ejemplo, véase [174] lecciones II
y IX). Tampoco es suficiente con ampliar la muestra a falacias de científicos o
matemáticos, como en el sosias 2, pues esto podría ir en contra de la afirmación
de que se trata de una teoría de las falacias filosóficas. Se debe mostrar que los científicos también argumentan
filosóficamente, sostener argumentos contra el parroquialismo
filosófico; un criterio sería mostrar que cometer la falacia es argumentar
filosóficamente (lecciones X y XI). Sea éste un buen criterio o no, es materia
de discusión.
En
cuanto al estilo, se trata de un Vorlesung o curso de lecciones. Cada lección es un
capítulo, son 22 lecciones y un apéndice de siete falacias kantianas. La prosa
es clara, los ejemplos son presentados con rigor y el género literario de las
lecciones nos hace sentir que la teoría se está construyendo ante nuestros
ojos, que vamos adelantando poco a poco y, por momentos, parece que asistimos
al raro acontecimiento de la gestación de la teoría.
Es
importante destacar que el traductor ha añadido un pequeño resumen al inicio de
cada lección que, junto con las notas, evitan extravíos enojosos y previsibles
malentendidos al lector.
Aplicaciones: Prueba la
comisión de la falacia pero en el terreno metafilosófico;
le interesan particularmente presuntos métodos de hacer filosofía, tal como la
apelación a instituciones cualificadas de diversas maneras (lecciones XXI y
XXII).
Hasta
aquí lo que tengo que decir sobre la originalidad de la TPF de Nelson. Ahora me
ocuparé de destacar aquellos aspectos que resumo en la idea de “profundidad”
expuesta al principio.
Una
manera de mostrar la profundidad de una obra, en el sentido aquí relevante, es
destacar las distintas formas en que es fecundo aproximarnos a ella. En el caso
de la TPF de Nelson advierto tres: leerla desde una perspectiva estratégica,
desde una táctica y, por último, desde un enfoque exegético. Las tres
aproximaciones o perspectivas no necesariamente son excluyentes ni exhaustivas.
Veamos en qué consiste cada una:
Leer
la obra de Nelson desde una perspectiva estratégica
es interesarnos por la manera en que se intenta solucionar un problema
filosófico, sin comprometernos con la solución específica. La TPF de Nelson
puede interesarnos por el modo de abordar preguntas como éstas (entre otras):
¿cuál es el papel de la argumentación en la filosofía? ¿Por qué a diversas
tradiciones filosóficas no les interesa la argumentación de sus asertos? ¿Es
posible una teoría de las falacias filosóficas? ¿Cómo determinar si una falacia
es filosófica? ¿Cuándo un científico o un matemático hacen filosofía?
También
este volumen admite ser leído de una manera táctica,
aceptando sus soluciones a los problemas y preguntas que se plantea sobre las
falacias filosóficas, o el despliegue que hace de sus recursos conceptuales y
argumentativos.
Por
último, podemos aceptar su reconstrucción de determinados argumentos y su
calificación de falaces. En otros términos, posicionarnos ante la exégesis que
Nelson hace de distintas obras filosóficas y científicas. Me gustaría enfatizar
que, para discutir y ponderar la lectura que Nelson hace de diversos autores,
argumentos y debates, son especialmente útiles y esclarecedoras las notas del
traductor. Recordemos que la cantidad y variedad de autores tratados por Nelson
es ingente, por nombrar algunos: Leibniz, Spinoza,
Hegel, Wolff, Kant, Bergson, Brentano,
Meinong, Hilbert, Einstein,
Poincaré, Le Roy, etc.
En
este breve esbozo de la TPF de Nelson espero haber mostrado algunos de sus
rasgos distintivos.
El
libro se encuentra impreso y en versión electrónica. La introducción es
excelente, presenta una lectura clara de la teoría de las falacias de Nelson,
adelanta objeciones posibles y las responde, nos introduce al personaje y a su
obra. Lo único que se echa de menos es un índice analítico.
[175]
Bibliografía
Beardsley, M. C. (1950).
Practical logic. New York: Prentice Hall.
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