La enseñanza de la retórica en la Antigüedad
grecorromana. Aspectos desconocidos y sugerencias para el presente[1]
The teaching of rhetoric in the Greco-Roman Antiquity. Unknown aspects and suggestions for today
Laurent Pernot
laurent.pernot@unistra.fr
Université de Strasbourg
Estrasburgo,
Francia
Fecha de recepción: 16-10-17
Fecha de aceptación:
15-12-17
Pernot, L. (2017).
La enseñanza de la retórica en la Antigüedad grecorromana.
Quadripartita Ratio: Revista de Retórica y Argumentación, 3(5), 23-36. ISSN: 2448-6485
[23]
Resumen: La finalidad
de este trabajo es presentar algunas reflexiones sobre la enseñanza de la
retórica en la Antigüedad grecorromana, un asunto que los especialistas
consideran en general bien conocido, pero que, si se observa más de cerca, se
encontrará que hay aspectos que aún se deben descubrir y estudiar. El texto se
estructura en tres partes. En la primera se ofrece un panorama del sistema de
la enseñanza de la retórica en la Antigüedad; en seguida, se muestran algunas
pistas sobre nuevas investigaciones en relación con nuevos ejercicios
preliminares (progumnasmata)
y con la revaloración de los declamationes (suasoriae y controversiae). Concluye este estudio sobre el
interés y la aplicabilidad de la enseñanza antigua de la retórica en el mundo
actual.
Palabras clave:
retórica antigua; enseñanza retórica; actualidad de la retórica.
Abstract: The purpose of this paper is to present some reflections on the
teaching of rhetoric in Greco-Roman antiquity, a subject that the scholars
consider generally well known, but which, if we look more closely, will find
that there are aspects that are still to discover and study. The text is
structured in three parts. The first provides an overview of the system of
teaching of Rhetoric in antiquity; then it presents some clues of new
researches about new preliminary exercises (progumnasmata) and revaluation of
declamations (suasoriae
and controversiae). This study concludes on the interest
and applicability of the ancient teaching of rhetoric in today’s world.
Keywords: ancient rhetoric; rhetorical teaching; modern rhetoric.
[24]
1. La enseñanza de la retórica en el mundo
grecorromano
Empecemos con
una descripción de la enseñanza de la retórica tal como se presentaba bajo la
forma más acabada en la época del Imperio Romano. En esa época, el sistema de
enseñanza era homogéneo y aproximadamente idéntico en las dos partes del
Imperio: la parte occidental, latinoparlante, y la
parte oriental, helenoparlante.
1.1. La retórica, la reina en el
ámbito de la enseñanza
Esquemáticamente la enseñanza antigua constaba de tres niveles:
•
La instrucción primaria, garantizada por un preceptor a
domicilio o por un instructor, a lo largo de la cual los niños aprendían
principalmente a leer y a escribir.
•
La enseñanza secundaria, impartida por un “gramático”
(en griego grammatikós,
en latín grammaticus).
Los “gramáticos” enseñaban gramática en el sentido moderno del término, pero
también literatura y los primeros rudimentos de retórica. Ellos enseñaban a los
alumnos a explicar y a recitar los textos de diversos autores, a extraer
nociones de cultura y de moral, y les hacían practicar con ejercicios. A veces,
invadían el campo de los rétores al comenzar a tratar
con anticipación el programa del nivel siguiente (Quint.,
Inst. or.,
1.9.6; 2.1, se hace eco de las querellas sobre las fronteras en este tema).
•
La enseñanza superior, ofrecida por un “rétor” (rhêtor). A continuación de aquello que habían comenzado los
gramáticos, los rétores profundizaban en la enseñanza
de la retórica, es decir, en el dominio del discurso oral y escrito, dándoles a
los estudiantes lecciones teóricas y prácticas sobre el arte de encontrar las
ideas, de definir una línea de argumentación, de construir un plan, de mejorar
el estilo, de memorizar una intervención, de presentarse y de hablar
en público.
•
La retórica constituía la carrera principal, a título
de enseñanza generalizada. No preparaba solamente para la profesión de abogado,
sino también para las responsabilidades propias de un funcionario, de un
administrador,
de un político.
Era la carrera que seguían, en su gran mayoría, los notables y los dirigentes
del Imperio. Las otras formaciones, consideradas como más especializadas,
incluían las ciencias, el derecho, la medicina y la filosofía.
Cuando
hablamos de la enseñanza de la retórica, estamos considerando el conjunto
coherente formado por los ejercicios prácticos de los últimos años de la
escuela del gramático y los ejercicios prácticos de la escuela del rétor: los “ejercicios preparatorios” (en griego progumnasmata, en
latín praeexercitamenta),
luego la “declamación” (en griego meletê, en latín declamatio).
1.2. Los “ejercicios
preparatorios”
El
aprendizaje de la retórica comenzaba entonces con los “ejercicios
preparatorios”, es decir, los ejercicios de composición en prosa propuestos a
los alumnos y estudiantes, que eran acompañados de clases teóricas. Los
ejercicios de retórica constituyen una costumbre muy antigua, que se remonta a
la sofística griega (siglo V a. C.). En la época imperial, a partir del siglo I
d. C., estos ejercicios fueron organizados en una serie gradual, que nos es
conocida por las fuentes latinas (por ejemplo, Quintiliano, Suetonio)
y por las fuentes griegas (por ejemplo, Elio Teón, Hermógenes). Estas fuentes son manuales destinados a los
maestros; a estos se les suma una rica documentación papirológica que ofrece
ejemplares de composiciones redactadas por los alumnos. Se observa también una
práctica pedagógica muy ampliamente difundida en toda la extensión del Imperio.
[25]
La serie
canónica de ejercicios preparatorios se presenta de la siguiente manera (de
acuerdo al teórico griego Aftonio, quien ofrece la
versión más detallada):
1.
La fábula (muthos): un ejercicio que consiste en contar una fábula y
agregarle una moraleja (o a la inversa, a partir de una moraleja dada,
imaginarse una fábula que le convenga). Ejemplo: “Fábula de las hormigas y de
las cigarras, para exhortar a la gente joven al trabajo”.
2.
El relato (diêgêma): un ejercicio que consiste en componer una
narración sobre un tema histórico o mitológico. Ejemplo: “Relato sobre la rosa,
la flor nacida de la sangre de Afrodita”.
3.
La chria (khreia): este término designa una palabra o una acción,
breve o significativa, atribuida a un personaje célebre, que los estudiantes
deben explicar y comentar. Ejemplo: “Isócrates dijo
que la raíz de la educación es amarga, pero que los frutos son dulces”; “Como
cuando se le preguntó a Alejandro Magno dónde estaban sus tesoros, él hizo un
gesto en dirección a sus amigos”.
4.
La máxima (gnômê): una verdad general, expresada de forma concisa, que
debe ser explicada y comentada. Ejemplo: “No es posible encontrar una vida
exenta de tristeza” (Menandro).
5.
La refutación (anaskeuê): un ejercicio que tiene por objetivo demostrar el
carácter imposible, inverosímil o inconveniente de un hecho dado. Ejemplo: “Refutación
del mito de Dafne”.
6.
La confirmación (kataskeuê): lo contrario del
anterior.
(Nótese: La
refutación y la confirmación están presentes ya sea como ejercicios autónomos,
o bien como procedimientos aplicables a cada uno de los ejercicios).
7.
El lugar común (koinós topos): desarrollo dirigido contra una categoría de criminales, a
la manera de las peroraciones de discursos de acusación. Ejemplo: “Lugar común contra un tirano”.
8.
El elogio (enkômion): exposición de las cualidades de una persona, de
un animal o de una abstracción. Ejemplo: “Elogio
a Tucídides”.
9.
La condena (psogos): exposición de los defectos. Ejemplo: “Condena de
Filipo de Macedonia”.
10.
La comparación (sunkrisis): un ejercicio que
consiste en comparar dos personas o dos cosas, sean buenas (se busca entonces
cuál era la mejor, utilizando los argumentos del elogio) o malas (se busca cuál
es la peor, utilizando los argumentos de la censura). Ejemplo: “Comparación
entre Aquiles y Héctor”.
11.
La etopeya (êthopoiia): breve discurso puesto en boca de un personaje
dado, en una circunstancia dada; lo importante es que las palabras sean
apropiadas al locutor y al tema. Ejemplo: “Palabras de Níobe
después de la muerte de sus hijos”. Este ejercicio es llamado también
“prosopopeya”.
12.
La descripción (ekphrasis): un ejercicio que se
apoya en dos personas, dos lugares, dos objetos o dos acciones. Ejemplo:
“Descripción de la Acrópolis y del templo de Serapis en Alejandría”.
13.
La tesis (thesis): un examen de una proposición general que se presta
a discusión. Ejemplo: “¿El mundo está gobernado por la providencia de los dioses?”
(tesis especulativa);
“¿Hay que casarse?” (tesis práctica).
14. La propuesta
de una ley (eisphorá tou nomou): se trataba de componer un discurso a favor o en
contra de una ley propuesta. Ejemplo: “Discute contra la siguiente propuesta:
el adúltero atrapado en delito flagrante podrá ser muerto in situ”.
Estos
ejercicios se organizan en una serie gradual, que sigue un principio de
progresión que consiste en llevar a los alumnos desde lo más fácil a lo más
difícil, desde las formas de exposición más narrativas hasta aquellas que
requieren un mayor esfuerzo en la argumentación. Los alumnos se familiarizaban
con las distintas partes de la retórica: los lugares de la invención, los
esquemas [26] argumentativos (tanto para probar como para refutar), planes y
partes de discursos, estilo, memorización y pronunciación. Los alumnos
utilizaban cada uno de los géneros oratorios (el epidíctico,
el deliberativo, el judicial). Aprendían a redactar piezas susceptibles de
convertirse en partes de un discurso. Cuando llegaban finalmente a los últimos
ejercicios, la tesis y la propuesta de la ley, estaban muy cerca del discurso
entero. Estaban listos para el ejercicio del nivel superior: la declamación.
1.3. La declamación
La declamación
se define como un discurso ficticio, es decir, como una composición que tiene
la apariencia de un discurso efectivamente pronunciado y destinado al
entrenamiento de los oradores. Se refiere a hechos que pertenecen a la
mitología o a la historia, o bien se sitúa en una época y en un
lugar indeterminados. Siguiendo la terminología latina, distinguimos las
controversias (controversiae),
que pertenecen al género judicial y que imitan un alegato pronunciado ante un
tribunal por la parte acusadora o por la defensa, y las suasorias (suasoriae), que
pertenecen al discurso deliberativo e imitan una opinión dada ante una asamblea
o ante un consejo para proponer o rechazar una medida o una acción.
La
historia de la declamación es paralela a la de los ejercicios preparatorios. El
origen se remonta a los sofistas del siglo V a. C. Luego, desde fines de la
República romana hasta comienzos del Imperio (siglo I a. C. - siglo I d. C.),
la declamación conoció un gran éxito, al punto de volverse una de las formas retóricas
más en boga de la época imperial —y, para nosotros hoy en día, una de las mejor
conocidas, gracias a las numerosas fuentes griegas y latinas.
Demos
algunos ejemplos de temas o tópicos tratados.
En primer
lugar, los tópicos serios, de tipo histórico (tomados de Elio Arístides, autor
griego del siglo II d. C.):
1.
Discurso pronunciado por un ateniense ante la asamblea
del pueblo, en Atenas, en el 414 a. C. para pedir el envío de refuerzos al
cuerpo expedicionario ateniense que luchaba en Sicilia.
2.
Discurso inverso al anterior: contra el envío de
refuerzos.
3.
Discurso pronunciado por un ateniense ante la asamblea
del pueblo, en Atenas, en el 425 a. C., para aconsejar la firma de la paz con
los lacedemonios.
4. Discurso
pronunciado por un lacedemonio ante la asamblea de los lacedemonios, en el 404
a. C., para aconsejar la firma de la paz con los atenienses.
Estas
declamaciones se proponían reconstruir con exactitud el acontecimiento
histórico, apoyadas en las mejores fuentes, así como reproducir la fuerza y la
sutileza de la argumentación. La utilización de una lengua arcaica contribuía
al efecto de pastiche, al punto que,
al escuchar este tipo de declamaciones, se podría caer en un error y creer
estar en presencia de un auténtico discurso del siglo V a. C. El virtuosismo
dialéctico se intensificaba por el hecho de que un mismo declamador trataba a
veces el pro y el contra (discursos 1 y 2: “en los dos
sentidos”, in utramque
partem), o componía dos discursos diferentes que
iban en el mismo sentido (discursos 3 y 4: “reanudación de mismo tema”, retractatio).
He aquí sin
embargo dos ejemplos más fantasiosos (sacados de Séneca el Padre, siglo I d.
C.):
5. “Ley: Si una mujer ha sido agredida
sexualmente, tiene el derecho de exigir una de dos formas de reparación: o que
su agresor sea condenado a muerte o que sea obligado a casarse con ella sin
dote. Tema: Un hombre violó a dos
mujeres durante la misma noche: una pide que sea ejecutado, la otra que sea
obligado a desposarla” (Sen., Contr., 5.1)[2].
No parece que
una ley como esta haya existido en realidad. Los declamadores inventaron esta
ley (uniendo dos leyes distintas), para crear una alternativa dramática. El
interés de este tema célebre, [27] que encontramos en numerosos autores, tiene
su dificultad, porque las demandas de las dos partes están igualmente fundadas
y, sin embargo, son irreconciliables. De allí las discusiones espinosas para
saber cuál de los dos derechos debe prevalecer. Entre
las réplicas ingeniosas, Séneca cita aquella de Latrón,
que defendía la causa de la primera mujer y que dice a propósito del violador:
“Hubiera atacado a una tercera, si la noche no se hubiera acabado” (Sen., Contr., 5.1)[3].
6. Circunstancias: Marco Antonio le ha
prometido a Cicerón dejarlo con vida, bajo la condición de que queme sus obras.
Tema: Cicerón pide consejos a sus
amigos para saber si debe aceptar esa condición[4].
De nuevo, la
situación es ficticia. Antonio detestaba a Cicerón y quería matarlo, porque
este lo había atacado en sus discursos, pero nunca le hizo tal propuesta. En
este contexto imaginario, el declamador adopta la posición del consejero,
dirigiéndose a Cicerón para iluminarlo sobre el camino a seguir. Séneca Padre
observa con humor que los declamadores, cuando trataban este tema, todos
buscaban disuadir a Cicerón de que aceptara la proposición de Antonio:
Nadie, que yo
sepa, sostuvo, en esta suasoria, la tesis opuesta. Todos se preocupaban por las
obras de Cicerón, ninguno por Cicerón. Sin embargo, este punto no era del todo malo,
pues Cicerón, si se le hubiera ofrecido la condición de la que hablamos, habría
vacilado (Sen., Suas., 7.10)[5].
La
declamación, como dije, era un fenómeno importante en la época imperial. Salía
incluso del marco escolar para volverse un género literario y un
entretenimiento cotidiano. Cuando un declamador conocido daba una función en
una escuela o en un lugar público de la ciudad (el odeón, la sala del Consejo,
el teatro), la concurrencia era grande y el público incluía, además de estudiantes
y colegas, a personas calificadas, que estaban fuera del mundo de la escuela.
La declamación era un espectáculo donde se desplegaban los recursos de la
inteligencia y de la lengua.
2. Actualidad de la investigación
Lo que hemos
dicho hasta ahora es un registro de hechos
conocidos, gracias a las numerosas fuentes que los corroboran. Observamos, en
la época imperial, la existencia de un marco pedagógico común que prevaleció en
las diferentes provincias y épocas. Podría creerse que no hay nada nuevo que
añadir.
Y sin
embargo, no es así. El propósito de esta segunda parte es presentar tres nuevos
elementos con base en fuentes que, para algunos, sólo recientemente han estado
disponibles y, para otros, estaban disponibles, pero no fueron tomadas en
consideración. Esto da lugar a importantes consecuencias para la historia de la
enseñanza de la retórica.
2.1. El armenio Teón
En primer
lugar, se trata de los “ejercicios preparatorios”. Hemos hecho un recorrido por
la serie canónica, que parece fija. No obstante, existen ejercicios adicionales
en la obra de Elio Teón, autor de un tratado sobre
ejercicios preparatorios, en griego, probablemente del siglo I o II d.C.
Los
ejercicios adicionales presentes en ese trabajo se han identificado gracias a
progresivas investigaciones filológicas. A partir del siglo XIX, los filólogos
alemanes han descubierto que el texto griego de Teón,
tal como ha sido transmitido por los manuscritos, presenta lagunas y el
contenido de las partes faltantes permanecía desconocido.
En
1925, el investigador Nersés Akinean
descubrió en un manuscrito del Museo Estatal de Ereván (capital de Armenia) un
tratado de retórica que [28] resultó ser una traducción armenia del tratado de Teón. Posteriormente G. Bolognesi descubrió otros dos
manuscritos del mismo texto. Ahora bien, la traducción armenia, que data del
siglo VI d. C., corresponde al estado original del tratado de Teón y contiene cinco ejercicios faltantes en la tradición
griega.
Debió
pasar mucho tiempo para que este descubrimiento fuera puesto a disposición los
especialistas. En 1997, en la edición de Ejercicios
preparatorios de Teón publicada en por Les Belles Lettres, fueron reunidos
por primera vez el texto griego y el texto armenio con las partes faltantes en
griego (Aelius Théon, Progymnasmata. Texto establecido y traducido por M. Patillon, con la asistencia, para el armenio, de G.
Bolognesi, París, 1997). Esta publicación de hace casi veinte años y la valiosa
información que contiene aún no han sido suficientemente explotadas.
Los cinco nuevos
ejercicios preparatorios, que ocupan en total poco más de una docena de
páginas, son los siguientes:
1. La lectura (anagnôsis): este
ejercicio consistía en hacer leer a los estudiantes, en voz alta, las obras de
oradores e historiadores. El maestro presentaba y explicaba él mismo los
textos, luego pedía a los jóvenes que los recitaran en voz alta con los gestos
apropiados, tanto con el texto a la vista como de memoria.
2. La audición (akroasis): se
trataba de escuchar la recitación de una obra, por ejemplo un discurso, y
esforzarse progresivamente en memorizar el texto, para ser capaz de
reproducirlo por escrito.
3. La paráfrasis
(paraphrasis):
este ejercicio se practicaba ya sea oralmente o por escrito. Procedía por
permutación de elementos, adición, sustracción y sustitución. Ejemplo: tomar un
discurso de Lisias y expresar las ideas a la manera de Demóstenes.
4. La
elaboración (exergasia):
este ejercicio tenía por objeto retomar un texto, con el fin de mejorarlo, para
el pensamiento y para la expresión, presentando mejor la misma idea o apoyando
mejor la misma tesis.
5. La
contradicción (antirrhêsis):
consistía, en referencia a un discurso dado, en componer el discurso adverso.
Estos
cinco ejercicios no son invenciones propias de Teón. En
efecto, los mencionan de paso otros autores. Por ejemplo, Quintiliano conoce la
“lectura” y la “paráfrasis” (Inst. or., 2.5; 1.9.2; 10.5.45). Con toda probabilidad, se
trata de ejercicios que eran de uso frecuente en el mundo grecorromano. Pero,
¿por qué no han tenido lugar dentro de la serie canónica? Si no han sido
conservados, es —esta es mi hipótesis— porque presentaban una naturaleza
diferente. Los ejercicios de la serie canónica son ejercicios de composición
creativa: el estudiante debía producir un texto. En los cinco ejercicios del
armenio Teón, en cambio, se trata de manipular los
textos pertenecientes a grandes autores clásicos. La tradición canónica ha
conservado solamente los ejercicios de composición y dejado a un lado los
ejercicios de manipulación.
Estos
nuevos ejercicios son muy interesantes. Consagrados a las grandes obras del
programa, seguían una progresión que consistía en que
el estudiante se enfrentara con el texto-fuente, primero apropiándose de él
(con la lectura y la audición), luego modificándolo (mediante la paráfrasis y
la elaboración) y finalmente oponiéndose a él (por medio de la contradicción).
Era un medio de inculcar la cultura literaria y de trabajar
las diferentes partes del arte retórico: la argumentación, la disposición, el
estilo, la memoria, la pronunciación (“acción” oratoria).
He aquí un
primer elemento que nos muestra que la enseñanza de la retórica debe
representarse de un modo más flexible y variado respecto de lo
que comúnmente se hace. Junto con la serie que he denominado “canónica”,
existieron en el mundo grecorromano diferentes tipos de ejercicios, diferentes
series, diferentes manuales. Una tarea de la investigación hoy consiste en
dirigir los estudios más allá de la serie conocida y sacar a la luz los ejercicios
no canónicos.
[29]
2.2. El ejercicio de la imagen
en Frontón
Tal es el
caso de nuestro segundo punto. Se trata de un pasaje de Frontón, que no ha sido
considerado por los historiadores de la retórica antigua, en el que podemos
reconocer, desde mi punto de vista, un ejercicio preparatorio desconocido hasta
el presente.
Frontón,
quien era un abogado y educador de renombre, fue el tutor de Marco Aurelio
César, el futuro emperador Marco Aurelio, en el siglo II d. C. Su relación
pedagógica nos es conocida gracias a su correspondencia, que se ha conservado
parcialmente. Frontón instruía a Marco en el dominio de la elocuencia y de la
literatura, por medio de lecciones, modelos, ejercicios, y le hacía redactar
máximas, lugares comunes y narraciones (ejercicios preparatorios que hemos
observado más arriba en la serie canónica).
Pero un
ejercicio nuevo aparece en dos cartas, escritas en latín y salpicadas de
expresiones griegas, que datan del 139 o 140 d. C. (Correspondencia de Frontón y Marco César, 3.7-8). Hacia esta época,
Frontón tenía alrededor de cincuenta años y Marco, dieciocho. Marco escribe a
Frontón:
Magistro meo: […] Ego quoque hodie a septima in lectulo nonnihil egi, nam εἰκόνας decem ferme expediui.
In nona te socium et optionem
mihi sumo, nam minus secunda fuit in persequendo mihi. Est autem quod
in insula Aenaria intus lacus est;
in eo lacu alia insula est
et ea quoque inhabitatur. Ἐνθένδε εἰκόνα ποιοῦμεν[6].
Este
texto interesa por su carácter concreto. El joven Marco trabaja en los temas de
las tareas que le ha dado Frontón. Al comienzo de la tarde, él se encuentra
acostado en una cama —posición normal para trabajar— y se aboca a la tarea. Se
trata de una serie de diez imágenes que debe “realizar”, “crear”. El tema de la
tarea proponía una imagen, y el estudiante debía hallar una aplicación de esa
imagen y desarrollarla. Para designar las imágenes, Frontón y Marco emplean la
palabra griega eikôn, equivalente del latín imago, ya que el griego era la lengua predilecta
de la retórica. Marco se enorgullece en anunciar que casi ha terminado sus
deberes. Nueve ejercicios, a la hora de la siesta, no es “poca cosa” (nonnihil: la
lítote es expresiva). Pero, sobre uno de los deberes, Marco se ha “bloqueado”,
como diríamos en la jerga escolar, y ha pedido ayuda.
La
dificultad se refiere al noveno tema: “en el interior de la isla Enaria hay un lago; en este lago hay otra isla, y esta isla
también está habitada. A partir de allí creamos una imagen”. Enaria es el nombre de la actual isla de Isquia, en el golfo de Nápoles. No existe un lago que
contenga una isla en Isquia, lo que demuestra que
Frontón no se preocupó por la exactitud geográfica en esta ocasión.
En
su respuesta, Frontón proporciona la solución del problema. La isla Enaria representa al emperador reinante, Antonino, padre
adoptivo de Marco. En cuanto a la isla interior, no es otra que el propio
Marco. El desarrollo consistirá en mostrar cómo la isla interior se beneficia
de todas las ventajas de la isla grande en cuyo interior esta se encuentra
(disfruta de un clima ventilado por las brisas marinas, de la vista del mar, de
la presencia de habitantes), sin sufrir los inconvenientes que afectan a la isla
grande, ya que, dada su situación, la isla pequeña está a salvo de los peligros
a los cuales la isla grande está expuesta (a saber: las embestidas de las olas,
los huracanes, los monstruos marinos, las incursiones de los piratas y de
flotas enemigas, etc.). La imagen significa así que Marco, en tanto hijo
adoptivo y sucesor designado del emperador reinante, disfrutaba de todas las
ventajas de una situación protegida, en el corazón del palacio imperial,
participando del rango, la gloria y los honores, mientras que Antonino, su
padre, lo protege y soporta las penas y las dificultades de la conducción del
imperio.
Después
de haber propuesto esta solución, Frontón añade algunos comentarios. Da
explicaciones de técnica retórica, sobre las cuales sería demasiado [30] largo
insistir. Subraya igualmente la utilidad
de este ejercicio de la imagen; ya que Marco va a poder usarlo muy pronto en un
discurso oficial que debe pronunciar y que contendrá un elogio de Antonino y
una expresión de gratitud hacia él: el ejercicio tendrá así una aplicación
directa en un discurso real. Esta tarea tiene entonces una importancia
política: es un modo de llevar al joven príncipe a reflexionar acerca de cuáles
son los deberes de un emperador, sobre la manera insigne en que Antonino lleva
a cabo estos deberes y sobre el lugar que le corresponde a Marco en el sistema
de poder imperial.
Grande
es también, en mi opinión, el impacto psicológico de la imagen, que vuelve de
alguna manera a incluir al joven Marco en el regazo de su padre, otorgando al
poder paterno una presencia tranquilizadora, pero al mismo tiempo envolvente,
casi sofocante.
Este
breve análisis es suficiente para demostrar la importancia de estas dos cartas
de Marco y de Frontón en la historia de la enseñanza de la retórica.
Nos
encontramos, sin duda, ante un ejercicio preparatorio, el ejercicio de la
imagen (eikôn).
Este ejercicio está hábilmente diseñado, ya que invierte la situación habitual
de los oradores. Los oradores parten de hechos o de ideas que desean probar y
buscan imágenes para ilustrarlos, a fin de que sean más sorprendentes y más
persuasivos. El ejercicio, por el contrario, parte de una imagen y busca un
hecho o una idea a los cuales la imagen pueda aplicarse. El entrenamiento
consiste en efectuar a la inversa la operación que el orador formado lleva a
cabo de forma directa. Se trata de una especie de gimnasia, que recorre en
sentido inverso el movimiento natural a fin de asimilarlo mejor.
Sin
embargo, este ejercicio, como se ha dicho anteriormente, no figura en ningún
tratado conservado. ¿Frontón lo ha inventado o bien lo ha recibido de algún
predecesor? Esto es imposible de saber y no tiene mucha importancia. Lo que sí
interesa es que la lista de ejercicios preparatorios se enriquece con un nuevo
elemento, sobre el cual disponemos de información particularmente completa.
Contamos, en efecto, con la redacción del tema y con una corrección del
maestro; y además (algo que no se encuentra en los manuales habituales)
conocemos el nombre del estudiante y el del maestro y obtenemos una situación
pedagógica precisa en la cual el ejercicio se ha puesto en práctica, no sin
implicaciones políticas, filosóficas y psicológicas.
No
es difícil imaginar que en la enseñanza retórica griega y latina hubo muchos
otros ejercicios que pudieron haber desaparecido, o cuyas huellas tal vez están
aún por descubrirse en las fuentes.
El material
presentado hasta ahora nos permite concluir que la enseñanza de la retórica en
la época del Imperio Romano, en el nivel de los ejercicios preparatorios, fue
más rica y más diversa de lo que se cree habitualmente. Se han registrado seis
ejercicios —los cinco del armenio Teón y el ejercicio
sobre la imagen de Frontón— que no figuran en la serie canónica y que, no
obstante, fueron conocidos y practicados. Estos hechos son interesantes porque
enriquecen nuestro conocimiento de la enseñanza de la retórica que tenía una
gran incidencia sobre la literatura y la sociedad, tanto como sobre los modos
de pensar.
2.3. Lo no-dicho de las
declamaciones
Pasemos ahora
a las declamaciones. Aquí quisiera llamar la atención sobre una dimensión
particular de las declamaciones griegas y romanas, a saber, su relación con la
realidad contemporánea de la época.
Una
declamación es un discurso ficticio, consagrado a un tema imaginario, que se
sitúa ya en el pasado, ya en un contexto abstracto e intemporal. A primera
vista, la realidad contemporánea no tiene lugar. Esto se le ha reprochado a la
declamación. Numerosos autores latinos, por ejemplo, tacharon a la enseñanza de
la declamación como artificial y fuera de la realidad. Me gustaría citar en
particular las críticas formuladas por Petronio en el Satiricón. Esta cita es un
homenaje a la memoria de Josefina Nagore, quien había publicado trabajos sobre
el autor del Satiricón.
Petronio escribe entonces:
[El énfasis
de los declamadores] sería tolerable si abriera a los alumnos la ruta de la
elocuencia. Pero todos estos temas ampulosos y todo este
zumbido [31] de frases vacías, ¿para qué sirven finalmente? Los jóvenes, cuando debutan
en la abogacía, se creen caídos en otro mundo. Entonces, a mi entender, el
resultado más claro de los estudios es volver a nuestros niños completamente
estúpidos: de lo que se presenta realmente en la vida, ellos no escuchan nada,
no ven nada (Satyricon,
1)[7].
Y,
sin embargo, es necesario ir más allá de la apariencia y considerar el hecho de
que ciertas declamaciones, aunque trataban sobre temas ficticios, podían
apuntar a la actualidad mediante alusiones y sobreentendidos. Esta pista de
investigación ha sido vislumbrada por algunos especialistas, pero no
profundizaron la investigación en ese sentido y se quedaron con una impresión
vaga y general.
Se
trata de un problema difícil, por definición, dado que se trata de alusiones a
la actualidad que aparecen bajo forma velada o indirecta. No podemos estar
jamás seguros. Las observaciones que siguen a continuación apuntan a abrir esta
vía de interpretación, sin pretender agotar un tema que, en vista de su
naturaleza misma, exige largas y atentas investigaciones.
Un
caso completamente claro es el de las declamaciones que tratan acerca de los
tiranos. El tema de los tiranos y el tiranicidio era muy frecuente en las
declamaciones antiguas, a propósito de situaciones pasadas o imaginarias. No
obstante, bajo el Imperio, el concepto del tirano permanecía vigente en la
reflexión sobre el poder político y era utilizado en Roma, cuando se planteaba
el problema de los malos emperadores, y en las provincias, frente al abuso de
ciertas personalidades locales. Debemos entonces contemplar la posibilidad de
que las declamaciones relativas a los tiranos hayan tenido implicaciones en la
realidad contemporánea de los declamadores.
Esto es lo
que indican dos pasajes del historiador Dion Casio, quien se refiere a los emperadores romanos del siglo
I d. C. El primer pasaje trata sobre el emperador Calígula; el segundo, sobre
el emperador Domiciano:
1.
“[Calígula] estaba tan lleno de envidia y de
suspicacia en todos los aspectos que un día condenó al exilio al orador Carrina Segundo, porque había pronunciado, durante el
entrenamiento, un discurso contra los tiranos” (D.C., 59.20.6)[8].
2. “Domiciano
mandó a matar al sofista Materno, porque mientras se ejercitaba este había
pronunciado palabras contra los tiranos” (D.C., 67.12.5)[9].
Estos dos emperadores
eran desconfiados frente a todo lo que les parecía una amenaza contra su poder.
En los dos casos, los discursos que despertaban su desconfianza eran ejercicios
de escuela que consistían en un desarrollo general contra los tiranos. Podía
tratarse ya de ejercicios preparatorios (el ejercicio titulado “lugar común”
que encontramos más arriba), o bien de desarrollos generales insertados en una
declamación. Cualquiera que haya sido, el interés de estos pasajes de Dion Casio es mostrar que dos
emperadores diferentes, con medio siglo de intervalo, hicieron una lectura
“actual” de textos sobre los tiranos recitados en las escuelas de retórica.
Ellos sospechaban que los oradores fingían hablar en general para apuntar en
realidad a la situación contemporánea. Y es de notar que Dion
Casio no dice que los emperadores hayan estado
equivocados en su análisis. Estos dos pasajes prueban entonces la posibilidad
de significados ocultos en los discursos retóricos contra los tiranos.
[32]
Además de los
tiranos, había muchos otros temas que podían ser de actualidad. Por ejemplo,
los declamadores hablaban de los piratas. Ahora bien, la piratería era una
realidad en el mundo mediterráneo. Trataban también asuntos de herencia, un
tema en auge en los tribunales de la vida cotidiana; cuestiones de adulterio,
un tema que llegó a ser importante en los tribunales, sobre todo con la Lex Iulia de adulteriis;
trataban asuntos de envenenamiento, un problema recurrente en la corte
imperial. Lejos de ser vacías o irreales, las declamaciones estaban llenas de
temas que correspondían a la realidad del mundo. Bastaba poca cosa (una
intención, una sospecha) para que esta correspondencia fuera activada y
precisada con el fin de convertirse en una alusión. Citemos dos ejemplos
más:
3. En el año 17
a. C., Marco Porcio Latrón,
uno de los más grandes declamadores, pronunció una declamación ante el
emperador Augusto y a su fiel colaborador Marco Agripa sobre un asunto de
adopción. Introdujo en su discurso un desarrollo general contra la adopción, diciendo
que la adopción podía tener por defecto hacer entrar en una familia noble un
niño de baja extracción (Sen., Contr., 2.4.12-13).
Solamente
por eso, la adopción era un tema candente en la época. Augusto estaba
organizando su sucesión. Como no tenía hijo varón, había casado a Agripa con su
hija Julia y se disponía a adoptar a los dos niños nacidos
de esta unión, Cayo y Lucio, para hacer de ellos sus herederos del imperio. En
este contexto, un discurso contra la adopción podía parecer una crítica contra
la política dinástica de Augusto. Por añadidura, Agripa era de origen modesto,
de modo que el argumento según el cual la adopción transforma en nobles a hijos
de plebeyos podía aplicarse a su caso.
De
acuerdo con el texto de Séneca el Padre, Latrón no se
había dado cuenta de esta posible implicación. Su expresión era una “metida de
pata”, la torpeza de un hombre estudioso que, a pesar de su inmenso talento
retórico, no veía más lejos que el problema por tratar y carecía de sentido
político.
Estamos
aquí frente a un caso similar al de los textos 1 y 2: el caso de un lugar
común, tratado en general, pero susceptible de una aplicación precisa que
transforma la declamación en un discurso con doble sentido, portador de una
crítica contra el poder.
Mientras que
la crítica era aparentemente involuntaria en el texto 3, es voluntaria en el
texto siguiente:
4. Se trata
de la suasoria, citada hace un momento, en la que Cicerón delibera para saber
si debe suplicar a Antonio que lo deje con vida (Sen.,
Suas., 6.9). Al comienzo del Imperio, bajo
el reinado de Augusto, la muerte de Cicerón era un tema todavía sensible,
puesto que Cicerón había sido asesinado bajo el segundo Triunvirato, del cual
Augusto había sido uno de los miembros. La mayoría de los declamadores se aseguraban
de imputar el asesinato de Cicerón sólo a Marco Antonio. Pero un declamador, Albucio Silo, se atrevió a sugerir que Augusto no estaba
libre de tener una parte de responsabilidad en el asunto, al menos por no haber
tomado la defensa de Cicerón. Albucio Silo era
verdaderamente hostil al régimen imperial y estoico. Aparentemente, utilizó la
declamación para lanzar una insinuación contra Augusto sin pronunciar su
nombre.
En
el curso de la historia de la declamación debieron producirse frecuentemente casos
de este tipo, en los que el velo de la ficción permitió abordar problemas
contemporáneos.
Un
argumento en favor de la interpretación que propongo es la existencia, en la
retórica antigua, de una noción llamada “discurso figurado” (eskhêmatismenos logos, figurata oratio). No se trata de figuras de
estilo, sino de una noción técnica particular, [33] que define los casos en los
que el orador usa discursos figurados para disfrazar su intención, manteniendo
un lenguaje indirecto con el fin de llegar oblicuamente al punto donde él
quiere llegar. La argumentación se apoya en lo no-dicho. Utilizando lo no-dicho, el orador está en condiciones de manipular a
los oyentes sin que ellos se enteren o de hacerlos comprender las cosas
tácitamente, por complicidad, sin tener que formular nada de manera expresa.
Sobre la técnica del “discurso figurado”, poseemos un gran número de textos
griegos y latinos.
La noción de
“discurso figurado” demuestra que los oradores estaban entrenados para
introducir mensajes disfrazados en sus discursos. La misma ofrece una garantía
retórica a la interpretación según la cual las declamaciones escolares podían
contener alusiones sutiles a la realidad contemporánea. En las declamaciones
griegas y romanas, el arcaísmo, el gusto excesivo por el pasado, la
indiferencia frente a la realidad eran, ciertamente, menos importantes de lo
que se cree.
3. El valor y los fines de la enseñanza retórica
antigua
La enseñanza
de la retórica se mantuvo esencial a lo largo de toda la Antigüedad, porque poseía
un valor indiscutible e indiscutido. Tenía múltiples
fines, que quisiera intentar enumerar:
•
El aprendizaje de la técnica retórica. Los ejercicios
preparatorios y la declamación permitían el aprendizaje del discurso en todos
sus aspectos: argumentación, disposición, estilo, memoria, pronunciación.
•
Un método pedagógico activo. La enseñanza antigua
recurría a la creatividad de los alumnos y estudiantes, incitándolos a componer
ellos mismos los discursos, en lugar de limitarse a analizar las obras de los
grandes autores. Los ejercicios consistían en trabajos de escritura creativa (y
al mismo tiempo enmarcados por reglas heurísticas precisas) y en manipulaciones
textuales orales y escritas. La declamación ofrecía la posibilidad de inventar
los detalles de la causa, no especificadas por el tema, y de jugar un rol, como
en el teatro, metiéndose en la piel de un personaje histórico o imaginario.
•
La formación cultural. En la prolongación de la
formación lingüística y literaria iniciada con el profesor y el gramático, los
ejercicios preparatorios profundizaban la frecuentación de los clásicos, en
vista del perfeccionamiento de la lengua y en vista de la imitación de los
grandes autores. La declamación empleaba la cultura lingüística, literaria e
histórica, así como los conocimientos jurídicos.
•
La actitud para razonar y escribir. Los ejercicios
representaban un aprendizaje de estructuras argumentativas y discursivas. La
declamación enseñaba a hacer la síntesis de documentos complejos y delicados y
a organizar una demostración.
•
La finalidad moral. La finalidad moral no estaba
ausente, en particular en los primeros ejercicios. La chria, por ejemplo, era por
naturaleza edificante. Esto no impedía a los pedagogos antiguos abordar temas
realistas y tratar asuntos de asesinato o de adulterio, por ejemplo. La regla
era que convenía expresarse en términos decentes y evitar las palabras vulgares
o groseras.
•
La preparación para la vida activa. La enseñanza de la
retórica preparaba a los alumnos y a los estudiantes para componer discursos
completos y también, más ampliamente, toda suerte de escritos, tanto literarios
como políticos o administrativos. Numerosas eran las ocasiones de llevar a la
práctica las competencias adquiridas, cuando los alumnos, una vez salidos de la
escuela, llegaban a ser abogados, personalidades u hombres políticos.
Consideremos,
por ejemplo, el ejercicio de la “elaboración”, que encontramos en Teón el armenio, y que consistía en mejorar un texto,
presentando mejor la misma idea o sosteniendo mejor la misma tesis. Esto podría
parecer inútil en la vida activa. Pero, en efecto, este ejercicio tenía una
[34] aplicación en los procesos: cuando una causa era defendida por varios
abogados, el que hablaba en último lugar debía encontrar una nueva manera de apoyar
la línea de defensa o de acusación ya presentada por los oradores precedentes,
efectuando eso que se llama técnicamente una “deuterología”.
En política, sucedía a menudo que un orador tenía que componer dos discursos
sobre el mismo tema, en dos ocasiones diferentes, o componer sobre un tema ya
tratado antes por otros. En la administración y en el ejército, los altos
responsables a menudo debían componer cartas o informes a partir de textos
preexistentes. Los críticos literarios tenían la costumbre de reformular los
pasajes de grandes autores para analizarlos mejor. En fin, vemos cómo las
enseñanzas de la retórica antigua, en esta ocasión a propósito de la
“elaboración”, constituían una formación esencial.
4. Conclusión: la actualidad de la retórica antigua
Para concluir
falta que nos preguntemos lo que podemos obtener hoy de la formación retórica
antigua.
Ante
todo, es necesario cuidarse de idealizar la enseñanza antigua. Recordemos las
diferencias que existen entre las sociedades antiguas y las sociedades
actuales. El mundo antiguo era mucho más duro y desigual que la mayoría de los
estados modernos. La educación estaba reservada a una minoría y las mujeres jóvenes
tenían menos acceso que los varones. La esclavitud estaba extendida, inclusive
entre los maestros en su conjunto. El sistema educativo era mayoritariamente
privado e incluso comercial. Los castigos corporales eran aceptados. En fin, no
pretendo hacer de la enseñanza antigua un modelo: se trata solamente de ver las
ideas interesantes que se pueden extraer de ella.
Si
nosotros estuviésemos en Estados Unidos, mi conclusión sería fácil, pues, como
se sabe, la enseñanza de la retórica está viva en ese país. Los colegios y
las universidades americanas tienen “Speech Departments”, “speech classes”, y los “professors of speech” no dudan en utilizar métodos inspirados en la
tradición antigua.
En
Europa, la situación es diferente. No hemos conservado más que un eco lejano e
insulso de la retórica antigua. Por ejemplo, los escolares franceses componen narraciones
y disertaciones, que se asemejan, respectivamente, a los ejercicios
preparatorios llamados “relato” y “tesis”. Estos ejercicios se remontan a la
tradición antigua, a través de la mediación de la Edad Media, del Renacimiento
y de las escuelas de los jesuitas, pero son mucho menos importantes entre
nosotros de lo que eran en la Antigüedad, y son ejercicios escritos, sin el
carácter oral de la enseñanza antigua. En resumen, la formación retórica
antigua nos interesa hoy porque reconocemos en ella la fuente lejana de algunas
de nuestras enseñanzas literarias actuales.
Pero
hay más. Podemos tal vez extraer más del ejemplo de los antiguos. Sobre el plan
práctico, hay todavía sugerencias para obtener de la pedagogía antigua, sobre
todo los trabajos de escritura creativa, los juegos de rol, la atención
prestada a la performance oral.
En sus
fundamentos, la enseñanza de la retórica grecorromana contiene algunas ideas
importantes, sobre las que podemos meditar aún hoy. Estas serán
mis últimas palabras:
•
La formación del espíritu no se reduce a un
aprendizaje práctico y técnico.
•
Los estudios implican el desvío (desvío hacia el
pasado, desvío hacia la literatura).
•
La educación es una oportunidad para el individuo y
para la sociedad.
•
La enseñanza elabora referencias culturales comunes y
compartidas.
[35]
Bibliografía
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[1] Traducción de Mariana Franco, Nicolás Chiavarino y Melisa Georgina González.
[2] : [Lex] “Rapta, raptoris
aut mortem, aut indotatas nuptias optet. [Thema] Una nocte quidam rapuit
duas. Altera mortem optat,
altera nuptias”.
[3] “Iam se parabat in tertiam, nisi nox deficisset”.
[4] Éste es el tema de la Suasoria
7 de Séneca: “Deliberat Cicero
an scripta comburat promittente Antonio incolumitatem si fecisset”.
[5] “Huius suasoriae alteram partem neminem scio declamas-
se; omnes
pro libris Ciceronis solliciti
fuerunt, nemo pro ipso, cum
adeo illa pars non sit mala, ut Cicero, si haec condicio lata ei fuisset, deliberaturus
non fuerit”.
[6] “A mi maestro: [...] También hoy, a partir de
la séptima hora [13:00 h], sobre mi cama, no he hecho poca cosa, pues he
terminado casi diez imágenes (eikonas). En la novena [15:00 h], te tomo de aliado y
asistente, ya que no he tenido mucho éxito en su ejecución. Se trata del hecho
de que en el interior de la isla Enaria hay un lago;
en este lago hay otra isla, y esta isla también está habitada. A partir de allí
creamos una imagen”.
[7] “Haec ipsa tolerabilia essent, si ad eloquentiam ituris viam facerent. Nunc et rerum tumore et sententiarum vanissimo strepitu hoc tantum proficiunt ut, cum in forum venerint, putent se in alium orbem terrarum delatos. Et ideo ego adulescentulos existimo in scholis stultissimos fieri, quia nihil ex iis, quae in usu habemus, aut audiunt aut vident”.
[8] οὕτω δὲ δὴ τὸ σύμπαν καὶ βάσκανος καὶ ὕποπτος πρὸς πάντα ὁμοίως ἦν ὥστε καὶ Καρρίναν Σεκοῦνδον ῥήτορα φυγαδεῦσαί ποτε, ὅτι λόγον τινὰ ἐν γυμνασίᾳ κατὰ τυράννων εἶπεν.
[9] Μάτερνον δὲ σοφιστήν, ὅτι κατὰ τυράννων εἶπέ τι ἀσκῶν, ἀπέκτεινε.